Decía en una entrada anterior que desde diversas plataformas se está intentando promover un boicot para el partido entre el FC Barcelona y el Real Madrid consistente en lo siguiente: los aficionados del resto de clubes que no son ni Madrid y Barcelona están cansados (si se me permite generalizar) de que los derechos televisivos y publicitarios no estén repartidos de una manera justa y equivalente entre todos los equipos; el Madrid y Barcelona acaparan desde siempre y porque sí la mayor parte de los ingresos procedentes de estas dos fuentes de financiación y muchos reclaman que esto no debería ser así; de esta forma, se promueve que el lunes no se vea el partido por televisión para abandonar esa idea de que el fútbol sólo interesa cuando juegan el Madrid y el Barcelona, y para pedir que los ingresos publicitarios estén repartidos de una manera más igualitaria de forma que la liga no sólo la jueguen dos.
El deporte, como todo hoy en día, es un negocio que mueve mucho dinero y muchos intereses que van más allá de conseguir un trofeo. A pesar de eso creo que no se debería olvidar que, si queremos seguir hablando de deporte sin que esta palabra pierda del todo su significado, el mérito deportivo debería seguir prevaleciendo mínimamente sobre el resto de intereses a la hora de repartir los ingresos y de repartir los derechos publicitarios y de imagen.
¿Se le da una importancia real al mérito deportivo para efectuar ese reparto?
A pesar de que no estoy muy al día en cuanto a este deporte, hace ya tres o cuatro largos años que la liga se la disputan Madrid y Barcelona sin que nadie les haga verdadera sombra. Decía un artículo de José Álvarez-Sala en Libertad Digital el otro día (ver “Boicot al clásico”): “Muy lejos quedan ya los años brillantes en los que el Deportivo de La Coruña y el Valencia disputaban en un apasionante mano a mano la Liga a Madrid y Barcelona y conseguían sus logros en la Champions. Quedan lejos los años en los que los proyectos deportivos como los del Sevilla o Villarreal se hacían grandes y en los que el Atlético de Madrid era capaz de lograr un doblete y al año siguiente descender a Segunda División. Y más lejanos aún están los recuerdos en los que equipos modestos como Celta, Real Sociedad, Mallorca u Osasuna daban guerra hasta la última jornada para meterse en Europa.”
¿Es atractiva una liga que disputan veinte equipos con el único aliciente de ver cuál de los dos únicos favoritos se lleva el trofeo?
Si el reparto de los ingresos televisivos y publicitarios se hiciera acorde a los méritos deportivos, si se le diera una importancia real al puesto en que los equipos que no son ni Madrid ni Barcelona consiguen terminar la liga año tras año, tal vez habría más emoción, tal vez habría más alicientes (como los hubo antaño).
Por otra parte, ojalá esto sucediera sólo en fútbol. Pero se trata de un “mal” extendido también al baloncesto; aunque, en este caso, la misma causa (Madrid y Barcelona acaparan la mayoría del interés y del reparto de los derechos e ingresos publicitarios) no tiene el mismo efecto (sin ir más lejos, Caja Laboral dio la sorpresa ante el Barcelona en la final de la liga ACB 2010/2011).
Pero ese efecto es, si se me permite, aún más grave. Y digo esto porque mientras la competición conserva la aparente igualdad de otros años, los clubes que no son ni Madrid ni Barcelona se encuentran cada vez más a menudo en situaciones económicas difíciles, situaciones que ni Madrid ni Barcelona tendrán que afrontar nunca pues aunque, como es el caso del Madrid, “no se coman rosca” durante cuatro o cinco años, tienen garantizados (sin que los aficionados sepamos muy bien por qué) más ingresos televisivos y publicitarios que otros clubes con menos recursos.
¿Se imaginan al Real Madrid desapareciendo después de llegar a jugar una final de la Europa League? Pues eso es lo que le ocurrió hace un par de años al Akasvayu Girona, desaparecido el mismo verano tras disputar una final de la Copa Uleb y las semifinales de la Liga ACB.
Después de todo este rodeo, creo que es lícito que esperemos el partido del lunes con expectación, sobre todo aquellos seguidores de ambos clubes que viven con pasión el fútbol. Pero las autoridades deportivas están dejando olvidados los méritos deportivos y eso está minando, por un lado, la moral de muchos otros seguidores que también tienen derecho a soñar con ver a sus equipos en lo más alto, y por otro lado, la emoción de la liga española de fútbol.
¿No sería mucho más emocionante esperar las últimas jornadas con cuatro, cinco o seis equipos pujando verdaderamente por el título?
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