Me dejaron caer hoy la famosa pregunta a la que, en un momento u otro, toca enfrentarse cuando se está en período electoral. La eterna cuestión del qué hacer con ese derecho que hemos tenido en momentos intermitentes y particularmente desde finales de los 70. La decisión de qué o a quién votar.
Después del primer experimento, la primera votación en la que participé, aquel lejano mayo de 2007, vinieron las generales de 2008 y mi advertencia de que lo mejor que podíamos hacer era guardar las lágrimas porque llegaría el momento en el que las necesitaríamos. No me equivoqué, pero voté engañado.
Voté pensando que la persona a quien yo quería elegir estaría dispuesta a llevar lo que decía a la práctica con firmeza y sinceridad. Que es, por otra parte, lo mínimo que se le puede pedir a quien se le vota. Porque el nombre de ese papel tan bonito representa el depósito de la confianza del votante en el votado; una confianza que, por otra parte, los numerosos energúmenos que se cuentan en las filas de la política actual no dudan en pisotear.
Voté creyendo que la persona a quien yo quería elegir se rodearía de personas dispuestas a entregarse a fondo en la tarea de dirigir un país que entonces se dirigía hacia una de las mayores crisis de la historia.
Voté, además, con la esperanza de que, aun en la derrota, la persona votada y su equipo de trabajo harían todo lo posible por dar la imagen de seriedad y confianza que se necesitan cuando las cosas no van bien.
Voté lo que voté porque creí en la palabra de quien voté. Y voté engañado.
Voté engañado por un partido que se vendió desde su derrota en las elecciones de 2008. El Partido Popular, con Rajoy a la cabeza (y aun con sus honradas excepciones) se ha vendido a la comodidad de practicar una oposición de lavado de imagen y palmaditas en la espalda.
Aprendí la lección. Puedo tropezar dos veces en la misma piedra, pero a la tercera ya voy con algo más de cuidado.
Esta vez, vote lo que vote, no iré engañado y, sobre todo, haga lo que haga, lo haré con una profunda desconfianza en el sistema y las personas de quienes depende.
Tchaikovsky's famous 1812 Overture Part 1
Pero, ¿qué dices?
Digo que no confío en una democracia que utiliza sus herramientas para facilitar la participación en unas elecciones a unas personas que hoy gritan en favor de los presos de ETA y mañana… mañana, ya veremos, según lo que digan los jueces.
No confío en unos partidos políticos ni en unos medios que me acusan de ser antidemócrata por el hecho de no querer que ninguna persona sospechosa de tener contacto con la banda terrorista responsable de tantas desgracias, participe en unas elecciones. Estamos hablando de terrorismo, por Dios.
No confío en una democracia hundida en el egoísmo de 17 comunidades autónomas. Un egoísmo que, o cambia, o nos va a llevar mucho más lejos en esta dinámica en la que estamos inmersos. Una dinámica de la que es políticamente incorrecto hablar (qué fácil es quejarse y qué difícil renunciar a los privilegios cuando las cosas van mal). No confío en un sistema que etiqueta de “políticamente incorrecto” decir que la división de España en 17 comunidades autónomas no ayuda en nada.
No confío en unos políticos que dan la espalda a España un día tras otro desde el 11 de marzo de 2004. Vergüenza debería darles, a todos ellos , la presencia de Obama en cada homenaje realizado a las víctimas de los atentados del 11 de septiembre de 2001.
No confío en unos partidos que se tiran porquería encima unos a otros con el único objetivo de ganar un escaño que les permita ganar una pensión a la que los ciudadanos como yo sólo podemos aspirar en sueños. No confío en unos sindicatos que protestan en falsete y tardaron en hacer una huelga durante el mandato de Zapatero sólo porque gobierna con la sigla Socialista debajo del brazo.
Digo que no confío. Haré lo que haga, votaré lo que vote. Pero lo haré sabiendo que todos son iguales, aunque el alcance de lo que hacen no es el mismo en todos los casos. El primer paso para recuperar la confianza, como el primer obstáculo a quitar de esta situación en la que nos encontramos, sería ver, en cada entrevista que haga Zapatero de aquí hasta su despedida en marzo de 2012, a alguien diciendo:
“Usted y los miembros de su partido son responsables del drama familiar que viven más de cinco millones de personas en España. Gracias a ustedes estamos condenados a hacer lo inimaginable para levantar un país que ustedes no han dudado en dejar hundir. No me replique: viva con eso en su conciencia”
Tchaikovsky's famous 1812 Overture Part 2
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