Me permito el lujo de parafrasear el título de un artículo publicado por Agapito Maestre en Libertad Digital para escribir una reflexión que me viene a la mente sobre el mismo tema.
Es muy difícil remar contra la corriente que marca la maquinaria de una organización, sea esta política o de cualquier otra índole. Eso lo sé yo y bien lo sabe toda la gente que alguna vez ha formado parte de alguna agrupación.
Los jefes se apoltronan en la comodidad de sus sillones. Los jefes políticos moldean sus discursos para permanecer más tiempo en el poder. Los jefes de las empresas adaptan –o eso intentan… o eso dicen algunos libros de organización empresarial- las decisiones a sus intereses, y los responsables de otras agrupaciones tienen una peligrosa tendencia a acomodarse en sus opiniones olvidando otras que podrían ser útiles.
Una persona que se compromete a trabajar por la agrupación, por el cumplimiento de los objetivos establecidos, y que ha demostrado su capacidad en anteriores ocasiones se ha ganado su dignidad. Una dignidad que las maquinarias organizacionales –digan lo que digan los sociólogos- intentarán poner en duda cuando las poltronas vean amenazados sus puestos.
Lo que ocurre entonces es que la persona a quien injustamente pretendemos robar la razón y su dignidad escribe una carta diciendo cosas como esta:
En la medida en que la dignidad personal está, pienso yo, por encima de las obligaciones corporativas de cualquier militante y sin ella no es posible una convivencia democrática sana ni una militancia digna dentro del partido, jamás hubiera aceptado ninguna decisión ni nombramiento que no conllevara previamente la respuesta estatutaria obligada para proteger los derechos ofendidos gratuitamente.
Y el partido, la maquinaria que parece funcionar como un perfecto engranaje, se desmorona ante una decisión individual que parece coger por sorpresa a los apoltronados.
Desde que él se fue en el Partido Popular de Asturias siempre se defendió el interés de los asturianos y se ha trabajado para conseguir el cambio y recuperar el espacio político que él nos hizo perder en 1998
con su enfrentamiento con Sergio Marqués.
Sucede que cada vez estoy más de acuerdo con aquellos que toman decisiones que van en contra del poder inicialmente establecido. Por eso no puedo hacer otra cosa más que mostrar todo mi apoyo y acuerdo con Francisco Álvarez Cascos.
Porque el mundo actual no debería aceptar la cobarde comodidad de tanta gente que ocupa puestos de responsabilidad. Las circunstancias exigen decisiones valientes, toma de determinados riesgos. Y sobre todo dignidad. Mucha dignidad.
Una dignidad perdida hace mucho tiempo por un partido lleno de cobardes.
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