11 de marzo de 2015

Vuelta a las cloacas

Hay veces en las que afrontar el vacío espacio de una hoja de papel es muy complicado.

Hoy es, era, y será 11 de marzo. Otra vez, como en un maníaco repetir de los acontecimientos, la fecha aparece desafiante en el calendario. Como diciendo “vuestra vida sigue, pero siempre recordaréis el día de hoy”

Tal vez la cercanía en el tiempo de los acontecimientos de París me invite a aceptar el desafío de esta hoja de papel en el día de hoy; desafío rechazado en los últimos años por una agenda más preocupada en asumir la distancia, lo dejado atrás, y los retos de una nueva etapa.

Pero decía que es 11 de marzo. Creo que, de alguna forma, desde aquella mañana a las 7.40, en mi vida no ha dejado de ser 11 de marzo. Unos días más, otros menos; pero siempre, o muy habitualmente, ha habido un hueco entre mi actividad diaria para dedicar un minuto a reflexionar sobre lo ocurrido aquel día. Uno coge todos los días su camino al trabajo con la pereza de esas primeras horas, esperando encontrarse la desgraciada cola antes de entrar; pero no espera encontrarse con una pesadilla de cadáveres por los suelos y trenes por los aires.

El tiempo pasa, perdonando o sin perdonar, ofreciéndonos la oportunidad de adquirir una nueva perspectiva en la visión que tenemos de las cosas. 11 años después, la mirada se detiene en el momento que marcó un antes y un después en la concepción de la política, la democracia, y lo que un vocabulario grandilocuente gustaría en llamar, “los asuntos de Estado”.

11m

Y rebuscando en los rincones de la memoria, esa es la imagen que aparece en primer lugar cuando recuerdo el Jueves, 11 de Marzo de 2004. En ese tren iba gente a trabajar, ahora cubiertas por mantas que tapan en parte las consecuencia de la barbarie; un policía se acerca a los restos; y el amasijo de hierro que antes era un medio de transporte se convierte en un punto de inflexión.

TODOS ÍBAMOS EN ESOS TRENES

11 años después, tengo claro que España se quedó sola  apenas unas horas después de los atentados.

Si tuviera la ocasión de acercarme a algunas de las autoridades protagonistas de aquellos momentos, tengo claro lo que les preguntaría.

A los miembros de entonces del Partido Popular, sentados en torno a su mesa en Génova, les preguntaría por qué no reunieron a los representantes de todas las fuerzas políticas legales que formaban parte del Congreso en ese momento. Un asunto de Estado merece tratarse como un asunto de Estado y no como una simple crisis de Gabinete. Les preguntaría, además, qué les motivó a ofrecer las pesquisas como información veraz; y les preguntaría por qué no convocaron una rueda de prensa urgente para decir “no sabemos lo que está pasando; no podemos decirles lo que está pasando porque nuestras fuentes no nos están informando de forma clara” ¿No había otra forma de hacer las cosas?

A los responsables de entonces del Partido Socialista, sentados en torno a su mesa en Ferraz, les preguntaría por qué aceptaron en el escenario político las palabras de un interlocutor destacado de la banda terrorista. Por qué sí tuvieron en cuenta las palabras en las que Otegi señalaba que no había motivos para asociar al terrorismo abertzale la barbarie del 11-M, y no consideraron las palabras de los responsables del Gobierno. Les preguntaría si a día de hoy pueden reconocer que actuaron con madurez democrática acusando al Gobierno de mentir en la jornada de reflexión de las Elecciones Generales. ¿No había otra forma de hacer las cosas?

A los encargados de recoger las muestras de los trenes, reunidos en su laboratorio, les preguntaría “¿Por qué tanta prisa?”. Les preguntaría por qué les urgió tanto destruir los trenes, lavar las pruebas, limpiar los restos. Toneladas de trenes destruidas para siempre en cuestión de horas; ¿por qué?

A los policías, encargados de custodiar las pruebas recogidas, les preguntaría si a día de hoy pueden reconocer que actuaron con profesionalismo al no mantener la cadena de custodia de pruebas en el traslado de las mismas. ¿Es esa la forma con la que habitualmente se tratan todas las pruebas de los crímenes en España?

A los jueces, encargados de juzgar a los culpables, les preguntaría si están verdaderamente satisfechos con la Sentencia de dichos atentados. Me refiero a la satisfacción, no ya de un profesional que “ha cumplido”, sino a la de un familiar contento con la Sentencia sobre el asesinato de uno de los suyos. ¿Están verdaderamente satisfechos?

La vida de 192 personas, y la de todos los españoles, contó mientras contaba para el resultado de unas elecciones; de igual manera que la vida de las víctimas de ETA y la de todos los españoles, contó mientras contó para el resultado de las elecciones. La casta, que un pedante en forma de falso mesías afirma ser el primero en descubrir, ya existía entonces y así nos dimos cuenta muchos la mañana del 15 de Marzo de 2004. Esa casta pudo haber hecho muchísimo mejor las cosas, pero el resultado de las elecciones importaba demasiado como para que el respeto y la dignidad nacional fueran mantenidas.

192 personas perdieron la vida yendo a trabajar la mañana del 11 de Marzo de 2004. La historia ya se la saben. Esa mañana se descubrieron los bajos fondos, las cloacas y la basura que asoma cuando el poder político alcanza una dimensión tal que el ganar unas elecciones importa más que la vida de la gente. Por eso no hubo reparos en no impedir (antes al contrario, animar y jalear) que la gente saliera a la calle a llamar asesino a su propio Gobierno. Por eso el Gobierno de entonces no pudo mantener las formas democráticas hasta el final.

Todos íbamos en los Cercanías que explotaron el 11-M porque los que no murieron esa mañana han ido ahogándose, lenta y dolorosamente desde entonces, descubriendo que las mentiras valen, si valen para ganar unas elecciones. España se quedó sola, porque sola se queda una nación cuyas autoridades gestionan las crisis para su propio beneficio y no para el de los ciudadanos. Tanto quisieron barrer para casa que al final, once años después, el silencio mediático, institucional y político es absolutamente deleznable. Tal es la vergüenza que en el Bosque de los Ausentes, por dedicar, le han dedicado un árbol a la Verdad. Por cumplir, que no quede.

¿Quieren revivir uno de los más tristes y lamentables episodios de la manipulación a la que España, el pueblo español, se vio sometido aquellos días? Dos frases quedan para el recuerdo, epitafio de un homicidio que no debería repetirse jamás y que, por desgracia, no está lejos de repetirse de nuevo visto el cariz de los últimos acontecimientos.

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“No había ningún signo indiciario, ninguna huella, ninguna traza, que nos hiciera pensar que entre nuestros muertos había terroristas suicidas”

Carmen Baladía, directora del Instituto Anatómico Forense, en una entrevista a Luis del Pino, en Libertad Digital

“Fuentes de la lucha antiterrorista han apuntado a esta cadena de emisoras la posibilidad de que al menos un terrorista suicida se haya inmolado en uno de los trenes”

Iñaki Gabilondo, director de los Informativos de la Cadena SER

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En la distancia te llevo, te guardo y te lloro, España.