15 de mayo de 2017

Del vacío emocional de Djokovic a un "burnout" y la necesidad de relativizar

Durante el torneo Masters 1000 de tenis disputado la semana pasada en Madrid, el periodista Javier Martínez realizó una breve entrevista a Novak Djokovic para el diario El Mundo.

En ella, el tenista serbio repasa brevemente su actual momento de transición, y pronuncia una frase que me ha llamado particularmente la atención: "Tras París y Estados Unidos (la temporada pasada, 2016) me quedé emocionalmente vacío"

Al margen de otras reflexiones que podríamos hacer sobre la vida de un tenista de élite a partir de las declaraciones de Djokovic, me quedo con ese vacío emocional que él mismo reconoce haber encontrado tras lograr, precisamente, un torneo que se le resistía particularmente, Roland Garros.

¿Cómo es posible que la temporada en que consiguió, por fin, completar su póker de Gran Slams, Djokovic se quedara emocionalmente vacío? Más allá del mundo del tenis de élite y del mundo del deporte en general, ¿a qué se debe ese vacío emocional tras lograr lo que uno desea?

Nótese que la expresión "quedarse emocionalmente vacío" no significa nada en sí. No significa, al menos, lo que Djokovic quiere expresar al decirlo de esta manera, pues si algo tenemos los seres humanos, son sentimientos y emociones (con la excepción de aquellos que padecen una enfermedad rara denominada Alexitimia). Otra cosa es que sepamos identificarlas. Supongo que Djokovic se refiere aquí a la falta de motivación para mejorar y seguir ganando torneos, a sentirse incapaz de ser el mejor, de ser como antes. Y puede que ello se deba a sentirse extraño consigo mismo donde antes -ganando- se encontraba como pez en el agua.

Los franceses tienen una expresión para ello: "Se sentir bien dans sa peau", o estar tranquilo con uno mismo, que es ya una emoción o un sentimiento (calma, reposo, tranquilidad) Lo contrario es también una emoción o un sentimiento (nerviosismo, agobio, tensión) Djokovic resalta la necesidad de gozar de una cierta estabilidad para desarrollar su mejor tenis. Lo mismo le ocurrió a Rafael Nadal hace un tiempo: lesiones aparte, él mismo reconocía su ansiedad en ocasiones donde anteriormente se había encontrado sereno, lo cual anulaba por completo su capacidad para ganar.

En el mundo de la empresa, y ahora que estamos tan acostumbrados a ponerle nombre a todo, se reconoce el Síndrome de Burnout como la consecuencia de largos períodos sometidos a un alto estrés. El Síndrome de Burnout puede traer consigo, entre otras cosas, una pérdida de la eficacia, una sensación de cansancio constante, ansiedad, problemas físicos (cefaleas, dolores intestinales), y una ausencia de realización personal en lo que uno hace.

La presión del circuito de la ATP en aquellos que están en la cima del tenis mundial es muy alta. No es más que el reflejo de la sociedad en que vivimos: puedes ser muy bueno, y puedes ganar, pero si no eres el mejor, y no lo eres siempre, tu vida no vale nada. Rafa y Novak parecen haberlo descubierto, aunque nadie se haya planteado enfocar el asunto de esta manera.

Quizá algún día nos demos cuenta de la presión derivada de esa constante necesidad de ser los mejores y de las consecuencias que esa exigencia produce en la salud, en la vida familiar y en el conjunto de la sociedad.