28 de abril de 2023

El largo camino de vuelta

Mi historia en internet no es la de un chico que tenía pensado dar la tabarra con sus reflexiones durante 17 años. Es la historia de quien abrió un blog en un momento dado, y lo mantuvo en línea desde entonces, sin planes ni estrategias previas. Fue en mayo de 2006.

Esta fue la cabecera del blog durante unos meses de 2010. Paisaje de la montaña palentina.

Abrí una cuenta en Blogger y llamé a mi sitio "El Blog del Aficionado". Aficionado a muchas cosas, especialista de pocas por aquel entonces, el nombre era poco atractivo pero muy honesto con lo que quería ser: un rincón mío, en el fondo y en la forma. 

Otras personas de mi entorno se sumaron a la novedad de escribir en línea. La covacha de Superlayo, los viajes de Adan, los retazos, el Faro de la Meseta... La colaboración para el recuerdo con algunos amigos de Badalona que lanzaron el hoy inactivo Blog del Bressol y alguna pequeña crónica de los partidos del Oviedo Club Baloncesto durante la temporada 2010/2011 quedan para el recuerdo. Eran otros tiempos... Aunque no muy lejano, aquel mundo era distinto y nos asomábamos con inocencia y curiosidad a lo que vivimos hoy tras la explosión de las redes sociales. Además, leerse a uno mismo después de unos años permite descubrir cómo el paso del tiempo lustra, lima, erosiona, transforma y también, destruye algunas cosas.

La historia continuó con años en que escribí mucho (92 entradas en 2009...). El juicio por los atentados del 11-M me motivó a escribir a menudo, así como diversos temas de actualidad por aquel entonces. También vivimos un 2008 apasionante en el terreno baloncestístico, con aquel trimestre mágico en que el Joventut de Badalona ganó la Copa del Rey, la Copa Uleb y llegó a las semifinales de la ACB. Aquí vivimos muchos éxitos y algún tropiezo de Rafa, durante ese largo camino hasta hacerse eterno ante las mismas puertas de Roland Garros. Después llegaría el final de la carrera, España ganaría el mundial de fútbol de Sudáfrica, tendría lugar aquella pseudorevolución recordada como el 15M y poco tiempo después, me marché.

Tocó entonces incorporarse a la vida profesional, y desde entonces he vivido en la distancia. Se produjo una larga pausa en el blog (ninguna entrada en 2012...) Vinieron años en que dediqué mucho esfuerzo y energía a crecer en el trabajo. 

Me decidí a volver por estos lares, renombré el blog y lo denominé "Reflexiones personales para un mundo intempestivo". Fue un intento por recuperar las vibraciones de un tiempo que no iba a volver, por mucho que yo quisiera. Fue una lucha que no podía ganar, porque contra el tiempo sólo puede pelearse por permanecer fieles a nosotros mismos y a quienes cuidan de nosotros. Pero fue una pelea que debía tener lugar para entender mejor todo lo que vendría después.

Cabecera empleada durante un tiempo en que este lugar cambió de nombre

El 2020 llegó y marcó un antes y un después en el mundo y en nuestras vidas. Lo que pasó durante y desde entonces, fue y sigue siendo consecuencia de tratar de aceptar que el “antes del COVID” nunca volverá. Muchos seguimos intentando aceptarlo.

En medio de ese proceso, a escasos días de cumplir el 17° aniversario de "El Blog del Aficionado", este sitio recupera su nombre original y nos ponemos de nuevo en marcha. No se trata de volver (no se puede después de tanto tiempo) sino de retomar el camino. 

Con respecto a que merezca la pena o no volver, estoy dispuesto a leer las opiniones de aquell@s que quieran participar en la aventura utilizando (educadamente y sin gritar) la pestaña "Comentarios". L@s más observador@s se habrán dado cuenta de que durante un tiempo -largo- esa pestaña estuvo desactivada.

Son casi 17 años... este blog está a punto de hacerse mayor de edad. A los que seguís al otro lado, después de tantas aventuras, de corazón, gracias. 

Nos leemos.


"¿A que no sabes dónde he vuelto hoy...?"

22 de abril de 2020

De carencias, errores y crisis frente al COVID19

Desde el mes de marzo de 2020, nuestra sociedad se encuentra confinada en sus hogares para intentar contener la expansión del virus y aliviar unos servicios sanitarios que se encuentran desbordados. La expansión del COVID19 ha puesto a los individuos y a sus dirigentes, como cada gran crisis mundial, frente al espejo. Y ese espejo ha reflejado muchas carencias.

De esas carencias se derivan los evidentes errores que se han cometido en la gestión de la crisis del COVID19. Para taparlos, nuestro Gobierno recurre a dos herramientas: la primera es declarar que “no es hora de sembrar discordias políticas sino de encontrar una solución”; la segunda es pedirle al ciudadano de a pie “esfuerzo y comprensión”.

Lo primero es un problema en sí mismo; una de las barreras que nos impide encontrar una solución es precisamente de origen político: sin anticipación, por muy diversas e igualmente injustificadas razones, nuestro Gobierno es hoy incapaz de gestionar la crisis en un contexto de estado de alarma que prácticamente le confiere plenos poderes sin tener que enfrentarse a Sesiones de Control en el Congreso de los Diputados. 

Lo segundo es una vergüenza que traslada la responsabilidad de lo que ocurre al ciudadano de a pie; a ese ciudadano de a pie se le pide un día salir a la calle a manifestarse y al día siguiente se le obliga a quedarse en casa; echo de menos que alguien tome en serio a ese ciudadano de a pie que trabajando, con sus impuestos, sufre los errores de quienes se gastan un dinero que no es suyo; ese ciudadano vive en una casa sin jardín donde disfrutar al sol las largas horas de confinamiento.

Con esas dos herramientas nos enfrentamos pues a tres retos mundiales. El primero, el sanitario; aunque nos pese, el problema está lejos de resolverse pese a la sangre, el sudor, las lágrimas, el esfuerzo y la vida de los profesionales sanitarios a lo largo y ancho del mundo. El segundo, la crisis económica; ya nos estamos avecinando poco a poco a los datos que anuncian que lo vivido en 2008 pudieron ser dibujos animados al lado de la situación que vislumbramos, y será peor cuanto más tarde se tomen medidas para proteger y estimular la actividad de todos los sectores de la economía. Y el tercero, las consecuencias psicológicas del aislamiento; me sorprende lo poco que se está teniendo en cuenta el riesgo para la salud física y mental que la situación de confinamiento puede generar en el conjunto de la sociedad.

En medio de ese escenario, nuestro Presidente tiene valor para salir en televisión al borde de las lágrimas pidiendo apoyo y comprensión. Los españoles que le votaron lo hicieron para darle la capacidad de actuar y la responsabilidad de hacerlo. Acuérdense de ello los Sánchez, Iglesias y compañía, y háganse las preguntas necesarias frente a esta crisis. Cuando vienen mal dadas, quienes están ahí arriba deben darnos seguridad, respuestas y soluciones. 

Muy lejos estamos de encontrar alguno de esos elementos; dos cosas están claras y es que para lograrlo necesitamos mucho más que discursos cargados de emotividad y autocompasión, por un lado, y sobre todo, tener muy claro que al ciudadano de a pie ya se le ha pedido paciencia y esfuerzo por demás. Toca esperar, en el otro lado de la barrera, que haya alguien lo suficientemente competente y con el suficiente valor para tomar las decisiones que se necesitan.

31 de marzo de 2020

No olvidar lo inolvidable

Eran las 7.40 de una mañana de jueves. Un jueves, el del 11 de Marzo de 2004, que nunca debió comenzar. Los trenes de Madrid explotaron, inundando las calles de España con sangre, nuestros corazones con dolor, y nuestra democracia con mentiras.

De aquel pasado, nuestro presente. Hubo quienes jugaron sucio aquella mañana, imponiendo nuevas reglas del juego, aceptadas tácitamente por todas las partes implicadas en el maldito arte de gobernar. Hubo otros que lucharon de forma agotadora por que no se olvidara lo inolvidable. La diferencia de estos últimos para con los primeros es que molestaron durante mucho tiempo, resistiéndose con valor a ser encerrados en el armario del silencio.

Gabriel Moris fue uno de tantos otros que perdieron a alguien aquella mañana del 11-M. Su hijo de 32 años falleció en los atentados. Como víctima del terrorismo, Gabriel Moris fue vicepresidente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo en tiempos en que Francisco José Alcaraz fue el presidente de dicha asociación. Con su lema "No olvidar lo inolvidable", libraron una de las peores batallas, que es buscar la verdad con todo el establishment en contra: en el mejor de los casos, te encierran en el rincón de la vergüenza; en el peor, te exponen en la vitrina del ridículo.

Quienes quisimos, fuimos testigos de aquella incansable batalla contra todo y contra todos. Fue una lucha encarnizada por encontrar una verdad que negaron, y seguirán negando: una investigación sesgada producto de la chapucera instrucción de sumario ha sido, hasta hoy, más fuerte que la voluntad de personas como la de Gabriel Moris.

La vida de Gabriel se apagó el pasado sábado. Tenía 80 años.

Sirvan estas líneas de memoria, recuerdo y homenaje para una de las personas que más combatió contra los instigadores del 11-M. Nunca sabremos adónde vamos si no entendemos de dónde venimos. Aunque por desgracia hay verdades que nunca se descubrirán, el esfuerzo de personas como Gabriel Moris podría servir para recordarnos eso: que no nos hagan olvidar lo inolvidable.

19 de diciembre de 2017

Soñando entre líneas

"Cualquiera puede soñar cuando duerme, pero hay que soñar siempre, y explicar los sueños en voz alta, y creer en ellos"
Andre Agassi, ex jugador de tenis, autobiografía "Open"
Portada de "Open", autobiografía de André Agassi

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André Agassi publicó su autobiografía hace ahora dos años. El ex tenista estadounidense llegó a ser número uno del mundo del circuito ATP y uno de los mejores tenistas de la historia. En su libro, escrito por el premio Pulitzer J. R. Moehringer, revela algunos de los detalles más importantes de su vida.

Desde que siendo un niño comenzara la formación con su padre, a través del libro recorreremos las distintas etapas de la vida de Agassi hasta la disputa de su ultimo encuentro como profesional. La historia se desliza entre torneos, lesiones y romances conclusos hasta que conozca a quien sera el amor de su vida. Los detalles de la narración desvelan la personalidad de un tenista misterioso, rebelde, excesivo, enamorado y quizas por todo ello, auténtico.

De lo puramente deportivo destaco tres detalles del libro. En primer lugar, hay algo que marcó la vida de André Agassi y es el hecho de haberse dedicado al tenis por orden de su padre y no por voluntad propia. Cuando tuvo la oportunidad de escoger no eligió el tenis pero no le quedó más remedio que continuar en el mundo de la raqueta. Eso marcó para siempre su actitud en la vida y en las pistas.

Agassi, además, cargó sobre sus hombros con la frustración de su padre tras fracasar en su empeño porque sus hermanos se dedicaran al tenis. La presión ejercida desde sus primeros raquetazos por su vehemente progenitor creará en André una necesidad casi constante de escapar de esas líneas entre las que sentia que querían encerrar su vida.

Sorprendente es, por último, que su increíble talento no fuera suficiente para llegar a la cima. No, al menos, hasta que en su vida se cruzó Brad y le pidió que dejara de querer ser el mejor jugador del mundo cada vez que salía a la pista. Así logro abandonar el estrés con el que salia a la pista en cada partido importante y dar un paso adelante en su carrera deportiva.

"[...] Ahora, al intentar conseguir el tiro perfecto en cada jugada, dispones las probabilidades en tu contra. Asumes un riesgo excesivo. Y no te hace falta asumir tanto riesgo. A la mierda el riesgo. [...]"

De lo personal, dos pinceladas puntuales de una vida singular llamaron mi atención. Por un lado, la pericia del protagonista para conquistar el amor de Steffi Graff. Es interesante la confesión de Agassi sobre sus sentimientos al ver a la también ex-número 1 del tenis mundial por primera vez. Dos almas unidas gracias, justo es reconocerlo, a un poco de audacia.

Por otro lado, la entrega de Agassi a su proyecto de escuela para niños sin recursos dio sentido a su vida cuando parecía perder el rumbo. El carácter de su padre y los métodos de la academia de Nick Bolletieri jugaron sin duda un papel fundamental en el desarrollo de su carácter. Agassi detestaba el tenis y no encontro la paz de espiritu hasta que pudo dedicarse al tenis para hacer algo por los demas.

Recomiendo el libro por la facilidad de lectura, por el trasfondo de búsqueda permanente que Agassi deja ver entre líneas y porque está escrito como se lee, con agilidad y ocurrencia. Agassi, con su libro, nos lleva a recorrer su vida. Una vida de otro tiempo, de un jugador de otra época que tuve la oportunidad de disfrutar frente al televisor alguna noche de US Open junto a mi padre. Una etapa aquella, en que el mundo se movia más despacio, se buscaba a sí mismo y no podía encontrarse en Google.

Una biografía interesante para encontrar la paz en un mundo que nos arroja a las tinieblas.

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"Qué lindo es soñar. Pero los sueños -le digo a Gil durante uno de nuestros momentos de calma- cansan mucho"
Andre Agassi, ex jugador de tenis, autobiografía "Open"
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16 de diciembre de 2017

La patria olvidada

Esta es mi reseña del libro “Patria”. Un libro que no me ha dejado indiferente y que merece algunas palabras por mi parte, bien sea como recomendación para algún lector con ganas de leerlo o bien para alguien que lo ha leído y viene con intención de contrastar opiniones. Ahí va la mía.

Aviso: contiene detalles de la trama y fragmentos extraídos del libro, atención pues todos aquellos que AÚN no han leído el libro.


El infierno etarra en las calles

La propuesta que Fernando Aramburu realiza al lector con la novela es atrevida: se trata de una bajada al infierno de los peores años del terrorismo etarra. Al comenzar la historia y con el paso de las páginas nos vamos sumergiendo en un País Vasco oscuro, agobiante y pesado. La lectura del libro es un ejercicio de pesimismo constante. Qué esperaban, tratándose de una historia del terrorismo etarra y sus consecuencias.

Fernando Aramburu describe una vida aparentemente normal, mostrando sin sutilezas los fantasmas del terrorismo etarra. El libro refleja sin pudor cómo se justificaban los asesinatos en un infierno en que todo era normal para quienes callaban ante los absusos, el chantaje, la discriminación y la violencia de la banda terrorista ETA. Al fin y al cabo, siempre pasa igual con el poder: todo es "normal" para quien está de parte de quien lo ostenta.

Un desarrollo minucioso y detallista desde el principio termina sin embargo precipitadamente, dando saltos hacia adelante por querer, tal vez, abarcar demasiados años. A fin de cuentas, casi tres cuartas partes del libro describen la caída de Joxe Mari en manos terroristas, su ingreso formal en ETA y sus primeros atentados; tan solo la última parte intenta profundizar en el siempre complejo proceso que empuja al ser humano a arrepentirse y pedir perdón por lo que ha hecho.

Primero mataron, después se arrepintieron… y luego, ¿qué?

La narración de ese arrepentimiento es uno de los episodios que más me interesaban, y es precisamente ahí en donde creo que Fernando Aramburu patina un poco. El arrepentimiento y el perdón, inherentes a algunas de nuestras decisiones vitales más importantes, me resultan especialmente misteriosos cuando tienen que ver con criminales. "Patria", concienzuda descripción de una época, termina con un "perdón" que Joxe Mari cuelga con pinzas en una carta escrita a la viuda del Txato. Un perdón que, lejos de aliviarme, no hace sino alimentar mi curiosidad con preguntas que vienen a mi cabeza por las noches.

Ninguna de las setecientas victimas mortales de ETA va a volver a la vida para aceptar las disculpas de los asesinos. Así que, ¿de qué sirve? ¿Por qué piden perdón los terroristas, representados en el personaje de Joxe Mari? ¿Por la presión del grupo, por la astucia de su hermana Arantxa? Me pregunto si Joxe Mari pide perdón por la misma razón por la que de joven apretó el gatillo: simplemente le pidieron que lo hiciera. No una ni dos, sino varias, muchas veces. Luego se arrepiente. Claro que se arrepiente, porque es un hombre, no es un monstruo… pese a todo. Y después, ¿qué?
"[...] os pido perdón a tí y a tus hijos. lo siento mucho. Si "podría" ar marcha atrás al tiempo, lo haría. No puedo. Lo siento. Ojalá me perdones. Ya estoy cumpliendo mi castigo. Te deseo lo mejor, Joxe Mari."
El perdón de un criminal de ETA tiene mucha tela que cortar. Sobre todo, en este momento en que el destino nos acorrala contra la pared de la historia y tenemos que gestionar el perdón pedido por algunos asesinos. No olvidemos que incluso en ese contexto de perdón, la lucha contra el terrorismo debe continuar. No encontré ninguna clave para ello en el desenlace de “Patria” y a continuación explico por qué.

La "nada" final, peligro inminente

Un relato valiente como es el de "Patria", previsible pero no por ello falto de mérito, se muestra falto de contundencia a la hora de abordar la etapa final de quienes están en la cárcel. No se describe en qué consiste el arrepentimiento de un terrorista, por qué se produce y cómo una víctima puede aceptarlo. El prisma del terrorista que recoge el arrepentimiento y el perdón queda en este relato cogido con alfileres.

El perdón de Joxe Mari no contribuye a la reconciliación entre Miren y Bittori, esposa de un viejo amigo del Txato y esposa del Txato respectivamente. ¿Cómo es posible pensar que el perdón de un terrorista puede ayudar a la reconciliación de una sociedad si no consigue la reconciliación de dos seres cercanos en el tiempo y el espacio?
“El encuentro se produjo a la altura del quiosco de música. Fue un abrazo breve. Las dos se miraron un instante a los ojos antes de separarse. ¿Se dijeron algo? Nada. No se dijeron nada”
Lo mejor del libro es su carácter histórico, la descripción de ambientes, el retrato de lugares, la fotografía de personas. Es una representación clara de lo que sucedió en una patria olvidada y es un homenaje muy emocionante para todos los que sufrieron aquel infierno. Matar era normal si no gritábamos la consigna correspondiente, y si hay alguien a quien no le escandaliza esta frase es que la historia no está clara para algunos.

Leedlo, recordad... no olvidéis

Quizá "Patria" no sea el libro que cuenta las cosas todo lo bien que me gustaría pero en cualquier caso pinta a la perfección lo que el terrorismo etarra provocó en el seno del pueblo vasco y en el alma de la nación española. 

"Patria" me parece, en definitiva, un relato contra el olvido y un bonito canto a la memoria. Pese a sus sombras, gracias a sus luces, y en definitiva, por todo lo dicho, lo considero un libro necesario.

3 de diciembre de 2017

No hay otra España

"Me voy muy contento; tanto como si hubiera ganado una medalla. Nunca olvidaré esta semana"
Sergio Scariolo, 26 de noviembre de 2017

La historia de los Doce del Patíbulo

Una tarde de invierno en que la biblioteca no tenga mas libros para pasar el rato, podemos dedicar dos horas de nuestra vida a ver la película Doce del Patíbulo. Un clásico del cine bélico y un peliculón en toda regla.

La película, adaptación de la novela homónima de Erwin Nathanson, narra la historia de un comando que tiene la misión de infiltrarse y terminar con varios objetivos nazis en una mansión en Rennes (Francia). El comando estará formado por peligrosos criminales a quienes el Mayor Reisman deberá formar, cohesionar y dirigir para que la misión tenga éxito.

Una disculpa por la comparación


Se me ocurrió comenzar esta entrada de una forma original, citando una de mis películas favoritas, para dedicarle unas lineas a la Selección Española de baloncesto, que este fin de semana nos ha dado una nueva alegría (y van...)


Para que el símil funcione hay que poner a Scariolo en la piel del Mayor Reisman, que dirigirá a su peculiar grupo de renegados. Entiendo, además, que para completar esta introducción obligo a comparar la historia de unos jugadores de baloncesto con la ficción de unos criminales. Acepten pues mis disculpas aquellos que consideren semejante introducción una salida de tono y sigan leyendo antes de bajarse del barco.

No hay (necesidad de) otra España


La disputa de la próxima Copa del Mundo de Baloncesto está condicionada a lograr la clasificación en la fase de "ventanas". La FIBA ha concebido estas "ventanas" en forma de partidos cada ciertos meses entre las diversas selecciones candidatas. Una de las condiciones para la disputa de estos encuentros es que no son seleccionables aquellos jugadores que formen parte de clubes participantes en la Euroliga o de los equipos de la NBA.

España llevó a su último europeo masculino una buena docena de jugadores que, debido a las condiciones impuestas por la FIBA, no pueden ser seleccionados para participar en las "ventanas".  Con los jugadores considerados "primeros espadas" ausentes llegamos al lunes pasado. Estaremos de acuerdo en que era muy difícil concebir una selección sin algunos de los grandes nombres que han vestido la camiseta nacional durante una era interminable. Es difícil hacerse un hueco en una selección donde han jugado los mejores, y es casi imposible hacerlo convenciendo de antemano al personal ("qué vamos a hacer sin Gasol" y otras grandes palabras alimentadas por la prensa)

Una semana después, tenemos un maravilloso 2-0 en la fase de clasificación para el próximo mundial. No ha sido gracias a "otra" España. No era otra España la que iba a participar en las ventanas de este fin de semana, era España misma. Oliver, Colom, Vidal, Llovet, Vazquez y compañía nos han mostrado que España tiene talento, y sobre todo, ganas. Fueron a Montenegro como renegados y salieron de Burgos con un hueco en la historia del baloncesto.

Cierto es que al fin y al cabo un 2-0 en la fase inicial de clasificación para un Mundial no es una hazaña irrepetible. Pero sí es, en cualquier caso, una hazaña que muchos pintaron como inalcanzable para los "segundos" y "terceros" espadas de nuestro baloncesto masculino. Las emociones ya reposan mas tranquilas, una vez terminado el fin de semana y la primera de las ventanas. Es justo reconocer que si en lugar de tener un 2-0 hubiéramos vuelto con un 0-2, la tinta aún seguiría corriendo para criticar y buscar responsables. Me parece justo que, por una vez, la tinta siga corriendo para elogiar a quienes no desaprovecharon la oportunidad que el destino les brindó para defender la camiseta nacional.

 Ellos, los verdaderos protagonistas, seguro que nunca lo olvidarán. 


En la foto: Llovet, Oliver, Garcia, Fernandez, Vicedo, Vidal, Colom, Saiz, Vazquez, Pauli, Rabaseda y Arteaga. Ya son historia. Foto: ACB.com

23 de octubre de 2017

El tren perdido de Cataluña

[...] La concordia consiste en tender siempre la mano al entendimiento. En ponerse en disposición de encontrar el acuerdo. En buscar el bien común. En darse cuenta de que defender nuestra unidad dentro de la diversidad, nos hace más fuertes. [...]
Del discurso del Premio Princesa de Asturias de la Concordia 2017, Antonio Tajani
Un mes de octubre triste para España

Incertidumbre. De todas las palabras que podemos usar para resumir la situación en la que se encuentra España ahora mismo, esa sea tal vez la más políticamente correcta, aunque quizás la más acertada.

Octubre comenzó con la historia de unas urnas para realizar una votación que no respeta lo establecido en la Constitución que todos los españoles tuvieron oportunidad de votar en Diciembre de 1978. Continuó con la publicación de las imágenes que denunciaban la brutalidad ejercida por las Fuerzas de Seguridad del Estado, con el posterior descubrimiento de que muchas de ellas estaban en realidad manipuladas o bien tomadas prestadas de eventos anteriores que nada tenían que ver con el actual. Nuestro Rey intervino en un discurso inolvidable para la historia de nuestro país y marcó, con ello, el rumbo que deben tomar nuestras instituciones -las de todos, no las de unos pocos-.

Octubre termina con la decisión tomada por el Gobierno de Mariano Rajoy tras un Consejo de Ministros extraordinario -por su carácter y por su decisión- de aplicar el artículo 155 de nuestra Constitución. Conviene quizás recordar que una ley está para cumplirla y que la función de las instituciones democráticas es precisamente proteger la Democracia. Nuestro Poder Legislativo dicta Leyes que nuestro Poder Ejecutivo debe encargarse de aplicar, y nuestro Poder Judicial debe velar por su cumplimiento. Así funciona una Democracia, y así ha de ser para todo el mundo.

Era Europa lo que estaba en juego

Algún día los acontecimientos de estos últimos meses (¿años?) se estudiarán en los libros de texto. Quizá esas generaciones venideras, analizando los hechos a través del prisma del tiempo, sean capaces de reconocer que lo que estaba en juego en estos momentos no era el destino de España únicamente sino también el futuro de Europa.

Europa, tal como la conocemos, es ese continente que ha permitido que mi generación crezca, viva y viaje en paz -al menos hasta ahora-. Esa paz ha venido dada por unas instituciones que han garantizado el respeto a la ley y la protección de ese respeto en todo el territorio. Por esa paz muchas personas tuvieron que sufrir, pasar hambre, echar abajo muros y morir.

Que el señor Puigdemont tenga éxito jactándose de hacer política saltándose la ley marcará el destino de España pero también el de Europa. Toda la sangre derramada en nuestro continente habrá sido en vano si en el primer cuarto del nuevo siglo jugamos a volver atrás en el tiempo. Cuanto antes anulemos la incertidumbre que provoca la política de este señor, antes podremos volver a trabajar por una España unida en una Europa de concordia.

Alguien me preguntó el otro día "¿qué va a pasar en España a partir de ahora?". Y yo repliqué "y en Europa, ¿qué va a pasar?"

Un tren perdido, una oportunidad encontrada

Observamos desde el andén de la estación un tren que se aleja: ese en el que, decíamos, todo iba bien y todo era normal. Uno de los aspectos positivos de lo que ha sucedido (si es que puede considerarse positivo) es que el halo de normalidad bajo el cual se escondían los abusos y discriminaciones ejercidas contra el castellano en Cataluña ha desaparecido.

Nada puede ser normal cuando un Gobierno pone en marcha el mecanismo legal para aplicar el artículo 155 de la Constitución. Cuando empresas de tradición catalana trasladan su domicilio fiscal a otros lugares del país. Cuando los furgones de la Guardia Civil y de la Policía Nacional son recibidos a pedradas en una ciudad que quiere considerarse moderna. 40 años de democracia después, y 40 años después de pagar los caprichos nacionalistas sin fin a cambio de nada, llegamos a un punto y aparte. 

Hasta aquí hemos llegado.

El alcance de la aplicación del artículo 155 de nuestra Constitución lo iremos descubriendo en los próximos días. Es sin duda una oportunidad que tiene la Democracia Española de defenderse y de protegerse. Es la oportunidad de hacerlo con la Unión Europea a nuestro favor, con la Comunidad Internacional a nuestro favor... porque tenemos la Ley a nuestro favor.

Nuestro sistema de bienestar estaba basado en el respeto a la Ley. Teniendo la Ley a nuestro favor, se nos ofrece la oportunidad de mostrar con solidez que quien no respeta la Ley está fuera del sistema. Y es una oportunidad de oro para permanecer firme y mantener fuera del sistema a quien se jacta de estarlo.

Tres historias de donde venimos...

Para terminar, tres historias vienen a mi mente, fruto de viajes y encuentros en un ambiente internacional.

Los estereotipos españoles

La primera de estas historias tiene lugar una tranquila tarde de marzo, un inicio de primavera de un 2012 que ya se aleja en el tiempo. Durante mis prácticas en recepción conocí a una joven alemana, estudiante brillante de Humanidades procedente de Düsseldorf. Intercambiamos varias bromas sobre los tópicos propios de un español y una alemana, pero en un momento dado el tono de la conversación se volvió más serio y ella me preguntó "cuándo trabajábamos los españoles, en realidad". Comprendí que la muletilla "en realidad" se debía a la imagen que esta chica tenía en mente: la de un español que se levanta a las 9, parando a las 12 para comer y echar la siesta, y terminando su jornada a las 17. No había curiosidad por "saber". Esa imagen de una jornada laboral tipo en España, falsa y falta de contrastes, era lo que tenía mi compañera en su cabeza, cuando por aquel entonces contaba 20 años. A lo largo de la conversación todos los miembros de mi familia y por extensión el resto de españoles, fueron tratados de "vagos" con muy poca sutileza. No recuerdo qué fue peor, si tener que escuchar algo así en boca de alguien supuestamente cultivado o bien tener que "pelear" por algo tan banal mientras charlaba con ella.

Las razas, aún de actualidad

La segunda historia ocurre en Turín, una lluviosa tarde de abril de 2017. De visita a la ciudad torinesa, tuve ocasión de disfrutar de un agradable paseo con una navarra que conocí por casualidad en una pastelería. La conversación se trasladó de nuestras ocupaciones profesionales particulares hacia nuestras ideas sobre la situación actual en Europa y en España. Hablamos también sobre mi experiencia después de unos años trabajando en Francia. Yo resalté, en un ejercicio de honestidad para con mi país de adopción, que mi experiencia en Francia no puede ser descrita grosso modo más que con buenas palabras, tanto en lo personal como en lo profesional. Un paseo por Turín de lo más simpático terminó, sin embargo, con dos ideas resonando en mi cabeza de regreso al hotel: "Mi padre, para las entrevistas de trabajo, me recomienda decir que soy vasca porque está mejor visto que si digo que soy española" / "No veo ninguna utilidad práctica a la existencia de la Unión Europea". Fueron dos momentos de la conversación que bien podrían haber pasado desapercibidos pero no fue el caso. Escribiendo por la noche acerca de las impresiones del día me di cuenta de que estaba ante dos llamadas de atención. Una chica de 25 años que ha nacido y crecido en el seno de una democracia moderna, en una España y una Europa de paz y concordia, no ve utilidad práctica en el sistema que precisamente le permite tener la vida que tiene hoy en día. Una chica de 25 años que ha nacido en el seno de una Europa moderna sigue viendo más utilidad en "su" raza que en otros factores.

La integración es posible

La última historia que quiero contarles tiene lugar la primera semana de octubre de este año 2017. Con la particularidad de desarrollarse el día después de una de las más tristes jornadas para la democracia española, esta conversación tiene lugar el 2 de octubre con un matrimonio francés que lleva quince años viviendo en España. "¿De dónde sois?" y "¿cuánto tiempo lleváis viviendo allí?" son preguntas recurrentes cuando uno se cruza con personas de otros lugares; les pasa a quienes conozco, me pasa a mí, y les pasará probablemente a ustedes si les toca viajar al extranjero. La respuesta de mis interlocutores no podía dejarme indiferente: "estamos muy contentos, viviendo entre Granada y Alicante, aunque nos preocupa mucho lo que está pasando en Cataluña" y me hablaron, muy por encima claro, de su comercio particular y su temor al observar los últimos acontecimientos que ocurren en España. Yo les contemplaba con emoción, pues no puede haber sino emoción al observar el cariño con el que dos emigrantes hablan de su patria de adopción. "No sé qué quieren, si ya lo tienen todo" me decía el marido, con semblante serio. "Una frontera" respondía yo, como ocurrencia por otra parte bastante acertada.

... para tratar de averiguar hacia dónde vamos

Estas tres historias tienen lugar en momentos distintos -y siempre delicados- de la historia. No son nada comparados con la fuerza de un movimiento social, pero sí representan tres fotografías de la situación europea y española actual: personas de distinta edad, de distinto origen y de distinta situación comparten inquietudes y se posicionan en consecuencia. Son conversaciones reales que reflejan cómo algunos jóvenes del viejo continente adquieren algunas de las peores actitudes del pasado y cómo otras personas, bien entrados en los cincuenta, envían mensajes de prudencia a las generaciones venideras. La pregunta es: ¿verán las señales de alerta quienes vienen pisando fuerte o tienen los ojos demasiado pegados a sus smartphones de última generación?

18 de septiembre de 2017

Un bronce que me sabe a oro

Nunca es fácil escribir sobre finales. Escribir sobre todo lo demás, en un contexto de continuidad, no exige tanto como buscar la palabra perfecta que cierre el párrafo que termina. Es muy complicado escribir el último capítulo de una historia que nos encanta y que no queremos que termine… tal vez es tan duro, precisamente, porque no queremos que se acabe.
“Es la final del campeonato del mundo junior… Tomen nota de todos estos nombres que están en la pista porque van a ser estrellas en un futuro inmediato […]” exclamaba un solitario Pedro Barthe retransmitiendo la final del Campeonato del Mundo Junior de Baloncesto una tarde de verano de 1999.

En aquel partido, la Selección Española Junior ponía en pista a algunos de los nombres que estaban destinados a marcar un antes y un después en la historia del baloncesto: Raúl López, Pau Gasol, Carlos Cabezas, Antonio Bueno, Felipe Reyes, Germán Gabriel, Juan Carlos Navarro… España ganó aquella final a Estados Unidos y nada fue lo mismo desde entonces. 

Aquellos chicos se negaron a que su trayectoria permaneciera anclada al final del pasado siglo y construyeron su propia historia. Lo hicieron con amarguras y alegrías, claro, porque el deporte no es sino una más de todas las facetas de la vida, pero marcaron su terreno y establecieron su propia dinastía. Fueron los mejores.

18 veranos después, Juan Carlos Navarro anunciaba que la recién terminada edición del Eurobasket sería la última ocasión en que vestiría la camiseta de España. Sigue el camino que otros ya han tomado y que otros tomarán, puesto que estamos en época de relevo. Vienen a mi memoria muchas tardes de baloncesto en Madrid, una madrugada en el Hotel El Cid y sobre todo, muchas horas al teléfono con mi familia, viviendo juntos y construyendo recuerdos en torno a quienes levantaban medallas y trofeos, prácticamente, verano tras verano.

Así que aquí estoy, sentado frente al teclado del ordenador, una mañana de septiembre en Niza. Consciente de que lo que escribimos cada verano sobre la Selección Española de Baloncesto está más que nunca sometido a las exigencias del tiempo. Tal vez todo en la vida está sometido a esas exigencias.

Septiembre se lleva el verano, el sol, las vacaciones y también, las ilusiones deportivas. Pero sobre todo, septiembre trae el otoño y sus días grises nos recuerdan que nada ni nadie es eterno. Nada es para siempre, ni siquiera aquello que empezó una tranquila tarde de verano de 1999. Un jovencísimo Juan Carlos Navarro capturaba uno de los últimos rebotes y se escapaba por la banda a escasos segundos del final… persiguiendo al destino y gritándole al mundo que todos estaban ahí para quedarse.

Tal vez porque el deporte forma parte de la vida o tal vez porque hemos querido formar parte de sus alegrías, fracasos, decepciones y éxitos, lo más sencillo sea darle las “gracias” por todo a Navarro, quien, con todos los demás, está escribiendo un final de bronce con tinta de plata para una irrepetible generación de oro.

La sonrisa de una leyenda