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26 de julio de 2010

13. Desconexión

Estamos contentos en la oficina. Qué bien sienta ver que las vacaciones están a la vuelta de la esquina, por fin, después de un año entero entrando y saliendo por esas puertas…

Todavía me acuerdo del día en que mi jefe se presentó el primer día en septiembre con la sandez de la creatividad, la innovación y la nueva sección de “Su vida con Maite”. Ahí estaban los folios blancos encima de mi mesa, esperando que mi cerebro comenzase a funcionar para esa sección. Me pedía que fuera “Divertida pero no demasiado”, ”Realista pero no demasiado”, y algún otro “Requisito pero no demasiado”

Y creo que más o menos cumplí bien con lo que se me había pedido. 13 publicaciones relacionadas con el asunto de Maite han dado para recorrer un año que ya queda atrás. Las emociones están perfectamente memorizadas, los momentos ya son eternos y los sentimientos ya no están a flor de piel sino reposados. Ahora tengo delante de mí algo mucho más estimulante que la pantalla de un ordenador… algo que no es ficción sino realidad.

La mochila de peregrino está descansando sobre el mueble del salón, ya preparada para que el día que hemos pensado me la cargue a los hombros y comience a dirigir mis pasos hacia la tumba del Apóstol. Por fin está a la vuelta de la esquina el día de partida, con una promesa importante que cumplir y con otra tan relevante como ella.

Y en el Camino llegará la desconexión veraniega total y absoluta. Hasta septiembre mi “yo” virtual quedará encerrado en la red, enfriando sus circuitos y descansando sus procesadores.

Felices vacaciones a todos… muchísimas gracias a los que siempre han estado ahí, a los que empiezan a pasarse por aquí, a quienes dejan un comentario, a quienes se conforman con leer las entradas y ver las fotos o los vídeos… muchísimo ánimo en estas últimas jornadas de julio. Ya no queda nada para alcanzar ese descanso que nos hemos ganado todos… aunque sólo sea por el simple hecho de haberse levantado cada mañana y hacer lo que nos ha tocado hacer.

La lección más clara que me llevo de este año, aparte de muchas otras enseñanzas para el resto de mi vida, es una que me dio uno de mis jefes (pero de mis jefes de verdad, no los de esta ficción de “Su vida con Maite”) hace un par de meses:

La vida es muy sencilla. Somos nosotros los que nos la complicamos a lo tonto.

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- FIN -

24 de junio de 2010

12. Final.

Son las 8:50 de la mañana.

El café humea en la taza de desayuno, mientras echo un vistazo a las noticias del día. Jornada tranquila, sin novedades dignas de mención. Apago el ordenador y apuro el café.

Y como tengo un poco de masoquista, doy un paseo matutino hasta el edificio que ha sido testigo de mi vida durante los últimos cinco años.

Todo está tranquilo, en silencio.

El eco de mis pasos resuena  por los pasillos, con el permiso del sonido de las goteras que caen de algunas partes del techo. Los únicos latidos del corazón de este edificio se escuchan en las conserjerías, y si acaso, en las oficinas de secretaría.

La cafetería vive la tranquilidad propia de la época en que los estudiantes están en sus casas preparando los exámenes de julio. Alguna chica con la mirada perdida está sentada frente a un solitario vaso con una infusión… un hombre de aspecto cansado pasa las hojas de un periódico sin detenerse demasiado a leerlas.

Las aulas están ahora vacías, inertes… de alguna manera, muertas.

Después de cinco años de nervios, timidez, tensiones, recuerdos, alegrías, conversaciones, disgustos,apuntes sorpresas, soledad, aburrimientos, encuentros, discusiones, de gente nueva, sonrisas, alguna que otra lágrima, algún abrazo, algún apretón de manos, de rutina… después de cinco años paseando entre estas aulas, hoy, por primera vez, me siento ajeno a esta realidad.

Esa realidad ya no me pertenece. Las agujas del reloj han seguido su camino, como lo han hecho siempre, como aquella tarde de 26 de mayo de 2005, y como lo seguirán haciendo, porque ese es su cometido y son fieles a su labor.

Y esas agujas dejan atrás el día en que entré, completamente acojonado, en el aula 42 para dar el curso cero. Atrás queda el día en que entré en el aula 61 para la primera clase de contabilidad. Lejos queda el día en el que suspendí mi primer examen de microeconomía, en el aula 73. Borrosos son los días de segundo de carrera en el aula 52. Como borrosas son ya las sensaciones al entrar en el aula L-203 para una de las primeras clases de tercero. Atrás, con todo lo que eso implica, van quedando los momentos vividos a lo largo de este último curso en el aula 81.

claseEl sudor viene a mis manos cuando me sitúo frente a la puerta del aula 61. Ahí firmé un pleno, ahí aprobé la asignatura más difícil de la carrera, ahí di mi primera clase de la universidad, ahí conocí a los mejores amigos que me llevo de estos años, y ahí hice mi último examen de la carrera.

Un escalofrío recorre mi cuerpo cuando le doy la espalda al aula 61. Dejo atrás toda esa rutina de cinco años, que han sido duros, como lo habrán sido para el resto de personas que ya lo han pasado o que están en ello. Para mí es hoy cuando todo eso queda atrás.

Las aulas, testigos silenciosos de mi vida en estos años, quedan ahora en silencio. Otros vendrán y vivirán sus sentimientos; otros habrán pasado en otros tiempos con sus respectivas vivencias. Yo, hoy, me llevo los míos, los buenos y los malos, los que recordaré para siempre.

Y escuchando el eco de mis pasos por las paredes de los pasillos, simplemente dejo que una lágrima caiga por mi rostro. Es la lágrima de la nostalgia, del miedo a lo desconocido, de la tristeza por los momentos duros, de la alegría del final…

uni 

“Lo hemos conseguido, Javi. Lo hemos conseguido”.

24 de mayo de 2010

11. Puesta a punto. Nervios. Miedo… expectativas.

- El reloj no se para.

- Lleva parado media hora.

- No, en serio Maite, míralo bien, ese reloj no está quieto. Ni siquiera cuando le has quitado las pilas, cuando le has roto el cristal, cuando le has quitado las agujas. El reloj, el tiempo, sigue adelante, en marcha, empeñado en continuar su carrera más o menos vertiginosa hacia… bueno, no sé adónde, pero siempre sigue adelante.

- Si vas a filosofar porque se me acaba de quedar sin pilas el reloj…

- Maite, mira. Que el tiempo no se detenga no significa que tengamos que preocuparnos constantemente de él. Mira al frente… contempla. Disfruta. Admira.

desdelabiblio

- Puede que sean las 15:20. O cualquier otra hora. Igual ni siquiera es una hora, aunque sea la representación más perfecta de la cuenta atrás más larga y agónica que nunca viviste a mi lado. Ya no sé si mi jefe está contento con los resultados que está dando esta sección. Pero me importa un bledo.

Me importas tú.

Me importa mirar y verme tan cerca de lograrlo de una puñetera vez.

Me importa sentir que es el final… me importa mirar un poco más allá y entender que no es más que el principio. Uno de tantos principios, como el de la noche más bonita del mundo.

Me importa notar cómo mis piernas responden al caminar, cómo mis pulmones agradecen que de pequeño aprendiera a respirar mientras corro para que no me dé flato aunque esté en un lamentable estado de forma… me importa convertir todas esas buenas vibraciones en una chispa que haga estallar las neuronas de aquí a dos semanas.

- Pero… Que no es un drama… Sólo es un paso.

- Lo sé, Maite, lo sé… pero es “El” paso. Que no por último es más sencillo ni más fácil. Casi todo lo contrario… ojalá tuviera la mentalidad de esos que parecen no tener sangre y no se inmutan aun cuando la suerte no parece sonreírles.

Maite… puedo suplicar tu nombre toda una noche, rezar mil oraciones para que todo vaya bien, pero necesito confiar en mí…

- “Eres un neuras”

- ¡Dime algo que no sepa! Eso mismo me dijiste la última vez que hablamos de esto. Me encantas cada vez que te desesperas con mis vueltas de hoja.

Pero recuerda una cosa: estás a punto de compartir conmigo las dos semanas más emocionantes de la carrera. Y con “emocionantes” no me refiero, ni mucho menos, a “buenas” ni “alegres”. La alegría… llegará. Todo a su tiempo.

Y no olvides que si no fuera un neuras, no sería yo. Así que sigue mirando y disfruta… que cuando luce el sol de esta manera, el tiempo parece detenerse.

En eso sí que estoy de acuerdo contigo…

desdelabiblio21-5-10

Vamos, vamos… 2 semanas más…

20 de abril de 2010

10. Veinte de abril.

cantodejuventud

Querida Maite:

No son momentos fáciles. Tú lo sabes más que nadie, me conoces bien. Tal vez ahora no hablamos todo lo que te gustaría… tal vez.

La foto que ves, que va dedicada a tí y a todo lo que significas para mí, incluye la letra de uno de los coros que se escuchan en la Zarzuela “Doña Francisquita”. Un canto a la juventud, que es lo más precioso que hasta la fecha he conocido.

Tengo que darte las gracias por aquel paseo. Todavía recuerdo cómo tus manos cogían suavemente la taza de café con leche que pediste. Hacía frío, y llovía, pero por unos momentos nos dio igual. Fue un detalle importante para mí, y hasta que volvamos a tener la oportunidad de vivirlo, te agradezco que dejaras en mi memoria un recuerdo tan bueno.

Y la tradición es ineludible, así que después del canto a la juventud y al deseo de que ésta fuera eterna (aunque si lo fuera, no habría secreto a quien cantar…) te dejo con otro canto que marca un día del año especial en mi calendario particular. Este año, como no podía ser de otra manera, va por tí y por todo lo que tu persona me inspira.

Un beso,

Javi

11 de marzo de 2010

9. 11 de marzo de 2010. El juramento.

- Háblame del juramento.

“No es fácil escribir las cosas desde el corazón, Maite. No es fácil escribirlas bien, quiero decir. El corazón late, y de cada latido salen cientos de ideas que se arremolinan en nuestra mente sin ningún orden. Esas ideas son las que sentimos más dentro de nosotros mismos, las más sinceras, las más auténticas, las más puras… y las más difíciles de transmitir.

Algo cambió aquella mañana.

El mensaje de móvil del servicio de noticias que le llegó a Paula nos hizo enterarnos a todos en un primer momento del horror.

“Una bomba de ETA en Atocha. Varios muertos y heridos”

Después teníamos recreo, y las noticias se sucedían a cada cual más trágica. Caras de preocupación, porque de repente la atmósfera de aquella mañana había adquirido un tono dramático. A continuación fuimos a la sala de ordenadores a mirar las informaciones que salían en los periódicos.

No era un coche bomba. No era un atentado más. Sí, todos son igual de tristes, igual de crueles, igual de injustos. Pero esto no era un atentado. Era una pesadilla. Infame. Cruel. Injusta. Terrible.

Ese 11 de marzo ya nada tenía sentido. Sólo valía la pena volver a casa y comprobar que ninguno de mis familiares hubiera sufrido nada. Era absurdo, tal vez, tener miedo de que a alguien de los míos le hubiese ocurrido algo; sin embargo un par de personas que conocía estuvieron a punto de perder a un familiar ese día… así que supongo que teniendo familia en Madrid no sería tan loco volver a casa y alegrarse de que hubiera habido suerte.

Recordar el 11M es revivir la sensación de preguntarse “¿por qué?” a cada segundo. Es la sensación de haber despertado de un largo letargo para darse cuenta de que lo que se vive es peor que el sueño. Es sentir que la pesadilla no es un sueño, es la vida real. Es recordar el día en el que comprendí que el mundo es injusto, pero sigue girando.

Cuando echo la vista atrás, Maite, creo que respecto a los atentados del 11M he dicho muchas cosas, y de ninguna me arrepiento. Al día siguiente, viernes, me desperté como siempre durante aquel curso de primero de bachillerato. Rutina, ducha, desayuno, y a clase. Había alguna bandera de España aderezada con crespones negros en algunas ventanas. Los periódicos reflejaban el horror y mostraban condolencias por las víctimas. No sé cuántos muertos se contaban ya en aquellas horas inmediatamente posteriores a los atentados. Muchos estaban graves y condenados a morir.

Personas que el día anterior se habían levantado para ir a trabajar.

Gente condenada a morir por culpa de unos asesinos.

Recuerdo el pin… recuerdo hasta la ropa que llevé aquel viernes. Una sudadera chulísima, color verde clarito, y vaqueros, unos vaqueros oscuros chulísimos también, y los playeros John Smith que tanto me duraron. Recordar eso… Recuerdo leer un emocionantísimo artículo en basketconfidencial; hasta las canastas lloraron aquellos atentados.

Recuerdo el pin, como te decía antes. Aquel día salí de casa por primera vez con el pin de la bandera de España que había comprado en el viaje de estudios; un pin al que le puse un crespón negro que hice cortando un pequeño trozo de papel coloreado con un rotulador.

Alguno me llamó facha.

192 personas muertas en nuestro país y aún quedaron ganas de darle cuerda a la manivela del “llevas-una-bandera-de-España-y-por-eso-eres-un-facha”. “Esto es España”, pensarán algunos. Maite, aquello fue una locura. Una auténtica locura.

Llegué a casa por la tarde, había que estudiar para un examen el lunes. No, no fui a las manifestaciones. Iba a estar el fin de semana fuera porque teníamos la etapa del Camino de Santiago Salas-Tineo-Pola de Allande, así que había que estudiar esa tarde de viernes. Llovía… Era un examen de economía, tenía los apuntes delante de mí mientras la tele estaba encendida. Aún recuerdo aquellos esquemas, aún recuerdo tratar de prestarles atención mientras en la tele se veían los trenes reventados tras las explosiones. Ventanas y cristales rotos, asientos vacíos. La policía, los bomberos y los médicos haciendo lo que podían.

Y entonces me levanté, cogí un disco de la estantería y seleccioné una canción.

Y mientras intentaba gritar Born in the USA con Bruce Springsteen, trataba de escapar del dolor que sentía por dentro. Por aquel entonces aún no había traducido la letra de esa canción, pero yo sabía que semejante grito tenía que ayudar. Y delante del televisor, me eché a llorar…

Llorar es lo único que se puede hacer cuando ya no se puede hacer nada.

Y mientras lloraba, me preguntaba cómo era posible sentir tanto dolor, cómo era posible semejante barbaridad, cómo era posible que me hubieran llamado fascista aquella misma mañana, cómo eran posibles aquellas cifras de muertos y heridos. Me preguntaba tantas cosas que con cada lágrima que derramé aquella tarde firmé conmigo mismo un juramento ineludible.

Me juré no olvidar jamás lo ocurrido. Me juré recordar cada instante, cada detalle, por pequeño que fuera. Me juré guardar para siempre el recuerdo de la angustia que sentí en aquellos horrorosos días. Me juré que no permitiría que me manipularan como trataron de hacerlo.

“A mí me da igual, a mí sólo me importa que ya no gobierna la derecha”

Traté de hacerme consciente de las 192 vidas humanas que se nos fueron esa mañana. Empaticé con el dolor hasta donde nunca pensé que podría llegar a empatizar.

Y no fui yo quien hizo ese pacto. Fueron las lágrimas rodando por la piel de mi cara las que me hicieron jurar todas esas cosas. Fueron esas lágrimas las que me empujaron a escribir en los días siguientes cosas como “Quien lo haya hecho no merece vivir en paz, quien sea, de ETA o de Al-Qaeda”.

Hoy vuelve a ser jueves, 11 de marzo.

Hoy no todos hemos ido a trabajar. Hay 192 personas que siguen sin saber quién puso fin a su vida indiscriminada e injustamente.

Vuelve a ser 11 de marzo, Maite.

Seis años después… el juramento permanece imborrable en mi memoria.”

5 de febrero de 2010

8. Esas velas…

Galicia...

- El título de esa foto no fue casualidad, ¿verdad?

- Dos velas encendidas, sobre la oscuridad de mi habitación por la noche. No, su título no fue casualidad.

- Y ahora, ¿la vas a publicar?

- Sí, a veces hay que volver la vista atrás para caminar hacia delante con más fuerza.

- ¿Y por qué no esperas a terminar febrero?

- Porque estoy seguro de que todo va a ir bien. Y no sólo para mí.

12 de enero de 2010

7. Ahí fuera: 4ºC. En mi mente: Perbes.

Fue durante el verano de segundo a tercero de la ESO cuando tuve la oportunidad de estar fuera de casa diez días, y cuando pude estar junto a Maite fuera del ámbito escolar tanto tiempo.

Aunque seguramente ella, que ahora mismo duerme tranquila en el asiento de al lado aprovechando que no tiene que conducir, no lo sepa, guardo Perbes como un sello imborrable en la memoria. La playita sin olas, el acento leonés, los tejos, San Andrés de Teixido, el decálogo del vino y aquellas deliciosas rosquillas, el faro del Hércules a lo lejos, mis dos goles en las pachangas de después de cenar, los sanjacobos, las arañas en las tiendas de campaña, el cuerno de Kilmarkedal, la playa del Aguilar y las puestas de sol eternas… imágenes que adquieren un sentido que va más allá del mero recuerdo de las experiencias de aquellos días; se trata de los recuerdos perpetuos que poseo de un pasado, de una infancia, adornados todos ellos por el paso del tiempo, de los cursos, de los años.

En aquellos días fui feliz.

Y ahora, cuando el ciclo en Mar-Cha está definitivamente explotado, todo adquiere un sentido aún más profundo –si es que eso es posible-

Como por ejemplo, ese día que me enfadé con Maite, y mira que fue una sandez, pero me fui de morros a desayunar porque ni me miró cuando la felicité por su santo… y de nuevo otro recuerdo de Perbes con Maite, aquella inolvidable velada en la que no me atreví a sacarla a bailar… ¡ni siquiera cuando ella me tendió su propia mano! Claro que probablemente la historia de mi vida habría cambiado radicalmente si hubiera aceptado aquella invitación. La vida me ha demostrado que no era para tanto y que estar junto a Maite no debería hacerme temblar de la cabeza a los pies; un día fui capaz de comer a su lado, ¡y sigo vivo!

Recordando Perbes pienso mucho en los 50 chavales de los que fui monitor en julio; al acabar el campamento muchos afirmaban marcharse de Ávila con 50 amigos más. Y sin embargo, a nosotros el paso de los años, la distancia y las etapas que se van dejando atrás… nos hizo ir dejando por el camino algunas personas y algunos momentos que allí, bajo aquel cielo y ante aquel mar, vivimos. Hay muchas noches que me voy a dormir con cierta nostalgia por el recuerdo del inolvidable campamento que viví en Perbes.

Pienso en si les ocurrirá lo mismo a estos chavales dentro de unos años. Me pregunto cómo recordará cada uno esa experiencia –de la cual yo me siento un poco “responsable”-

Y sobre todo, me pregunto adónde irán a parar esas sonrisas, esas ilusiones, esos partidos, esos abrazos y esas promesas de amistad que todos hemos hecho alguna vez.

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12 de diciembre de 2009

7. El momento de elegir

Querida Maite:

Se acerca la Navidad, mañana es tercer domingo de Adviento. Ya le hice fotos al Belén, pero aún no hice ninguna para enviar a la gente, a ver si encuentro un hueco que últimamente ando muy liado. Mi jefe, que se pone pesado con la sección que abrimos en septiembre y me aprieta las tuercas.

Se acerca también el final del 2009. Pero aún queda tiempo para una reflexión más profunda sobre el año que se va. Supongo que tú estarás ya pensando más en Ginebra y el Máster que en estas navidades, pero aun así me gustaría que las disfrutaras. Mañana te voy a dar esta carta y te vas a quedar flipando, ¡¿para qué demonios escribe alguien una carta para otra persona a la que ve una vez cada semana como mínimo?!

Pues porque las cosas salen más claras por escrito. Uno no se lía, no sufre las interrupciones del resto, se siente plenamente escuchado por uno mismo.

La gente no sabe escuchar, Maite. Las personas no saben escuchar al resto ni a sí mismas. Y no saben entender. Ayer vino Pedro a hablar conmigo, de lo que teníamos que organizar. Estuvimos hablando una hora y media… mentira, estuvo hablando cerca de una hora y media. Al final del rollo que me soltó se me ocurrió decirle lo que pensaba y me llevé un revés considerable.

Se acerca el momento de elegir y creo que sé cuál es la decisión. Son muchos años, pero… se acerca el momento. Y no creas que no me da rabia, pero tal y como están las cosas hay que elegir lo que más me convenga. O por lo menos, aquello que no me suponga dedicar más tiempo del que puedo abarcar. Tú me entenderás, estoy seguro de ello.

Hablamos Maite, cuídate mucho.

                                                                                     Un beso.

25 de noviembre de 2009

6. La estrella polar. Reencuentro.

Miércoles, 26 de noviembre.

Me encuentro como un tonto delante de la pantalla del ordenador, intentando colocar las ideas que fluyen por mi mente para que tengan un sentido. No puedo ponerme a escribir según se me ocurre todo… no habría quién lo leyera. La mente, como el tiempo, a veces juega muy malas pasadas; tiende a correr cuando nosotros querríamos ir despacio, y se empeña en ir lento cuando nosotros lo que queremos es velocidad. Y aquí sigo, ante el rectángulo luminoso y el piloto parpadeante del cursor.

Dudo mucho, Maite, que cuando leas estas líneas encuentres algo que te dé sentido para comprender el texto. Soy egoísta, nunca te lo dije: no escribo para que me entiendas, escribo para expresarme. Pero, ¡por favor! Me vuelve a salir ese tono recriminatorio; no creas que te lo echo en cara. Ni mucho menos. Es que necesitaba decirlo de alguna forma…

Todas las noches miro al cielo en busca de las estrellas. Noche tras noche, día tras día desde hace algunos años. Lo hago tan a menudo que aprendí a orientarme más o menos. Un día encontré, con la misma casualidad con que te encontré a tí, a la Estrella Polar.

Porque al igual que sucedió contigo, a mí a la Estrella Polar me la presentaron, no la encontré yo; a tí y a mí nos presentaron, no te encontré yo. Las cosas sucedieron como tenían que suceder, y lo cierto es que no recuerdo que diera ningún paso en falso. Todo fue tranquilo, sosegado y previsto. Desde que te encontré aquella tarde, hasta que te olvidé aquella mañana.

Probablemente se trate de una de las historias más extrañas de mi vida. Nunca supe valorar lo que realmente me aportaste; pero quiero que sepas, por si alguna vez te dejas caer por aquí y lees esto, que no me arrepiento de nada y que una cosa es segura: otra cosa no, pero divertir lo que se dice divertirme… ¡lo pasé como un enano! Y creo que eso no tiene precio.

Nuestras miradas se cruzaron, años después. Y sonreí porque actué de tal forma que los recuerdos son alegres… Decía la canción “no dejo de pensar que aquí no hay sitio para los dos”. Pues eso, que era imposible desde el principio y quizá por eso me lo pasé tan bien.

Gracias por un rayito de esperanza que no me vino nada mal.

P.D: mucha, muchísima suerte con todo aquello que afrontes en la vida. Espero que nunca olvides que una prórroga de cinco minutos puede cambiar muchas cosas…

10 de noviembre de 2009

5. Por los seis años

Hoy cumple seis años.

Está sentada al borde del banco, en el parque. Tiene algo en la mano. Es una flor. Sí, una rosa. Una rosa roja. Es genial ver cómo acaricia la flor con sus manitas. Descubriendo. Como un gato curioso que mira al mundo impresionado por todo lo que tiene alrededor.

Se ríe traviesa cuando le pregunto: “¿quién cumple seis años hoy?” Porque sabe que ella es la protagonista de la historia que hoy cuento, pero también sabe que me mata con esa sonrisa. Sale corriendo a esconderse en brazos de su madre y le dice al oído: “yo cumplo seis años, ya soy una niña muy mayor” Y su madre sonríe también mientras la abraza y me mira como diciendo: “sigue mimándola así y cuando tenga dieciséis hablamos”

Es una escena tan encantadora que me hace volver atrás y pensar muchas cosas. Pensar cuando tenía quince años, cuando afrontaba aquella época con ilusión. Pensar en cómo creí perder toda la energía un par de años después. Que tal vez fue lo que necesitaba, un cambio radical, pero se me revuelve el estómago cuando revivo lo vivido. El dolor que causé con mis palabras y mis acciones; el dolor que me causa el pensar que todo fue necesario para llegar adonde estoy hoy. Darme cuenta de que creía que llegaría el día en que dejaría de considerar que estaba en un momento de transición…

Hoy cumple seis años y me acuerdo de cuando yo tenía quince. Es el otoño, una estación nostálgica para mirar hacia uno mismo y lo que uno lleva dentro. Pero en aquellos días era un muchacho con ilusión, como lo soy ahora, con ganas de vivir y de enfrentarme a todo.

Felicidades, pequeña. Te mereces esta felicitación y toda la ilusión del mundo. Que cumplas muchos más.

24 de octubre de 2009

4. Sueños. Sólo una vez

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Miro a mi alrededor, aunque apenas puedo ver nada. Lo justo para apreciar el tono blanquecino de las paredes, y una pequeña banda azul que destaca sobre todo lo demás.

Oigo mis pulmones respirar, suavemente, casi al compás de las agujas del reloj que alguien (con bastante mala leche) ha decidido poner delante de mí. Tic tac, tic tac. Alguien pasa a mi lado. No, espera, no es a mi lado, pero sí cerca. Como al otro lado de la pared. Pero parece apresurado. No viene hacia aquí… Giro la cabeza, sintiendo al instante una profunda punzada de dolor, y la veo allí sentada, con los ojos cerrados, apoyada de cualquier forma en un incómodo sillón.

El reloj sigue sonando. Tic tac, tic tac. Y otra vez. Tic tac, tic tac. Párenlo, por favor. Tic tac, tic tac. Necesito que lo paren, de verdad, no podré soportar ese tic tac mucho tiempo más si no escucho otra cosa.

Ahora sí. 

Parece cansada, yo diría incluso enferma, aunque debe tener un sueño tranquilo porque respira con normalidad. Sus manos reposan sobre la pernera de sus vaqueros, y un jersey negro puesto por encima la está abrigando contra el frío de la habitación; lleva la camiseta de manga corta roja. Mi preferida.

Sonrío. Es muy guapa…

Entonces, inesperadamente, un recuerdo viene a mi mente. ¿Es un recuerdo o un sueño? Es ella, me grita desconsoladamente, parece preguntarme “¿por qué?”. Y yo la miro pero no puedo hablar, ahora no tengo fuerzas para hablar, me siento muy débil…

Intento distraerme del agobiante ritmo de las agujas del reloj, pero no hay nada delante de mí que me pueda entretener. Oigo pitidos y ruidos extraños pero se amortiguan a través de las paredes y entre las sábanas blancas de mi cama.

La vuelvo a mirar. Se ha despertado…

- Mi niño, ¿cómo estás?

- Bien… ¿dónde estamos?

- En la habitación 310.

- ¿En serio? Pero, la han cambiado, la han pintado de otra manera, ¿no? ¿Y por qué está ahí ese sillón tan incómodo si el que había era marrón y mucho mejor?

- No es un hotel. Estás en un hospital.

Y todo comienza a encajar. Pero encaja como piezas de un puzzle que no quiero construir. Uno los recuerdos que vienen a mi mente y todo se vuelve gris, negro. Ya voy recordando, pero aún sigo saber por qué recibo esas punzadas de dolor.

De repente me acuerdo de la luz, el sonido como de una explosión, la convulsión y los golpes, el impacto, y el silencio. No quiero creérmelo pero no tengo más remedio cuando veo que ella se levanta del sillón, y se sienta en la cama junto a mí. Hasta que no posa sus manos sobre las mías no la he sentido; estaba sentada junto a mis piernas…

… maldita sea, joder.

Cuando ya todo ha encajado, una lágrima comienza a descender por mi mejilla, y desvío la mirada a otro lado. Ella me advierte que no gire bruscamente el cuello, que tengo un fuerte esguince… pero no puedo mirarla a los ojos. Porque recuerdo cómo se puso la última vez que le pedí perdón, cómo gritaba de rabia porque estaba enfadada conmigo y con razón.

Recuerdo la conversación. Le dije que lo sentía. Que por favor, me perdonara. “Al fin y al cabo la culpa no es tuya”, me dijo más tranquila después de la discusión. “Tú te has quedado en silla de ruedas, pero vivo, al fin y al cabo”, dijo entre sollozos. “Y por lo menos el otro cabrón ya no está aquí”, es lo último que recuerdo que dijo hasta que me desperté hace un rato.

nove

Tal vez no tenga sentido dedicarle una entrada de blog a un simple sueño. Sin embargo, creo que sí tiene sentido decir que la excusa Sólo una vez no sirve de nada cuando se trata de salir a la carretera poniendo nuestra vida en manos de alguien que no está en condiciones de conducir de una manera segura y responsable…

21 de octubre de 2009

3. Su camino. Su vida.

Esta es la vida que tenemos… la que elegimos”

Se trata de la eterna discusión de si existe un destino o no. Y mira, yo no quiero ir de Premio en Filosofía (ya sabes que nunca se me dio bien) pero yo creo que todos tenemos reservado un camino en la vida… y en nuestras manos está el recorrerlo o no.

- Pero eso no significa que no puedas elegir lo que hacer con tu vida, que no decides tú sobre tu vida…

- Lo sé, Maite, pero, ¿qué pruebas tienes para negar que no estás en el lugar donde tienes que estar ahora mismo?

- Pues… creo que fui yo quien escogió estudiar periodismo, por ejemplo; es más, fui yo, por supuesto, quien decidió dejar a Jesús, y fui yo quien decidió matricularse en el máster de Revista Cultural de la Universidad de Ginebra.

- Pero adonde yo voy no es a lo que tú escogiste. Yo me refiero a si decidiste lo que decidiste porque estabas predestinada a decidirlo, o si tus decisiones –o las mías, o las de cualquiera- son fruto del azar.

- No sé… nunca he sentido que estuviera caminando por una vida teledirigida… ¿y tú?

- Pues yo… en muchas ocasiones tengo la rara sensación de estar donde tengo que estar. Hay días que siento que puedo disfrutar de mi vida porque me he ganado a pulso esta tranquilidad con mi esfuerzo… pero otros días tengo la sensación de que tengo que disfrutar de mi vida ahora que ella me lo permite… ¿entiendes la diferencia?

- Sí, está clara. Pero… ¿sabes? El día que consiga que dejes de hacerte ese tipo de preguntas existenciales, que te ayudan a echar el tiempo pensando cosas tan maravillosas como prácticamente inútiles, me voy a sentir realizada… esto es lo que hay, ¿o no? El mundo, el día a día, lo bueno y lo malo, la vida en todo su esplendor; políticos que se echan mierda encima unos a otros, niños que nacen en los hospitales, niños que celebran su cumpleaños, niños que crecen en la guerra, gente que disfruta de la vida, víctimas del terrorismo, las guerras alrededor del mundo… el mundo, ahí lo tienes, vuelto un poco más del revés cada día que pasa; y eso es así tengas o no predestinado tu camino; esto es lo que hay cada mañana al levantarse. Puedes planteártelo pero, ¿comprendes que realmente no te lleva a ningún sitio?

- Entiendo que no me lleva a ningún sitio, porque con la de veces que me lo he planteado, si llevara a algún sitio ya habría llegado…

El último “salud” para llevarse el último trago de cerveza a la boca.

El cerebro que está agotado después de estas charlas filosóficas.

Una moto que pasa veloz perdiéndose en la oscuridad de una calle iluminada por farolas de bajo consumo. El termómetro marca diecinueve grados: una temperatura ideal para ser septiembre… y una noche más en la que Maite sube solitaria las escaleras hacia su casa. En espera de que el destino deje que una noche cualquiera alguien duerma a su lado, la veo a través del cristal sonriendo y me dirijo a mi casa.

Miro el reloj. La una y diez.

Hora de dormir…

7 de octubre de 2009

2. La bajada. Atardecer. 24 de agosto

Esto es siempre igual. Igual de difícil, quiero decir.

Hace dos años estaba ahí abajo, paseando, mirando al mar y pensando en la que se me venía encima. Recuerdo que hace dos años no sabía muy bien adónde iba mi vida; es algo similar a lo que me ocurre ahora, que debería estar a un año de licenciarme. Pero esto no es igual que entonces.

Hace un año volvía a estar ahí abajo, pero esta vez estaba sentado, tranquilo, quieto; mirando atrevidamente a un mar excepcionalmente bravo, con la ilusión de alguien que está en uno de los mejores momentos de su vida.

Hoy, dentro de un rato, estaré ahí abajo de nuevo. Cumpliendo la tradición de despedirme de este lugar. Estoy ilusionado, pero muy nervioso.

Porque en el fondo, bajar supone asumir que estoy a dos o tres semanas de comenzar a preparar el camino que debería dirigirme a una nueva etapa en mi vida. Si me quedo es porque quiero resistirme a ese paso; bajando, admito que ese paso es necesario y que es el momento de darlo. Gracias a Dios, ahora sé en qué punto me encuentro, y aunque no sé dónde voy a terminar, eso me puede facilitar el encontrar “adónde” quiero ir.

Maite, los estudios, los amigos…

Tal vez la dificultad esté en lo raro que es llegar y marcharme de aquí. Cuando llego me siento raro porque me siento como en casa y a la vez me siento en un sitio nuevo; y cuando me marcho, siento que en cierto modo me voy de “casa”, y algo en mi interior no termina de asumir el tener que irse de aquí año tras año si lo considero “mi casa”.

21 de septiembre de 2009

1. San Mateo. El día de mi independencia. 21 de septiembre

“A lo mejor sólo son ciclos, que empiezan, y como todo lo demás, terminan. Tal vez se trate de dar pasos superando barreras cíclicas que en distinta dimensión y en distinto contexto se repetirán a lo largo de la vida.

No lo sé.

Lo que sí tengo por seguro es que después de todo empiezan a entrarme unas ganas de ir a hacerme ese máster de Periodismo a Ginebra que no te haces a la idea, Juan. Y llevo toda mi vida con unas ganas de echarme a correr... tan sólo atenuadas por breves –pero intensos- momentos de felicidad que escondían ese deseo que he guardado en lo más hondo de mi corazón durante años.

Estoy cansada de luchar siempre por lo mismo, agotada de buscarle un sentido a lo que hace todo el mundo aquí. Y ayer... ayer la gota colmó el vaso y no estallé en forma de rabia, gritos o enfado. Estallé en forma de oscuro pero sincero resentimiento. Exploté como una silenciosa estrella que nace en la profundidad del espacio y escapa a los ojos de esos astrónomos que creen haberlo descubierto todo. Y mis ojos se llenaron de lágrimas, por la mentira, el engaño, por todo.”

- Pero aun así estarás contenta de todo lo que has vivido, ¿no? Al fin y al cabo no te ha ido mal del todo en estos años...

- Lo sé, lo sé, pero ya ha sido suficiente. Creo que ya no me quedan ganas y necesito seguir adelante en esta desenfrenada carrera que es la vida...

“El atardecer es precioso aquí, pero está lleno de momentos estropeados. Tengo ganas de ver un amanecer que me invite a caminar con ilusión cada mañana.

Hoy sin duda, es el día de mi independencia”

Independence day – Bruce Springsteen

Bien papi, vete a la cama ahora, es tarde

Nada que podamos decir cambiará nada ahora

Saldré por la mañana de la puerta de St Mary

No cambiaríamos esto aunque pudiéramos de algún modo

Porque la oscuridad de esta casa guarda lo mejor de nosotros

La oscuridad de este pueblo también nos posee

Nadie puede pararme ahora y tú no puedes pararme ahora

No me harán a mí lo que he visto que te hicieron

Así que di adiós, es el Día de la Independencia

Es el Día de la Independencia

Simplemente di adiós, es el Día de la Independencia

Este momento es el Día de la Independencia

No sé qué es lo que pasó siempre con nosotros

Escribimos las palabras y, oh sí, dibujamos las líneas

Era imposible que esta casa nos aguantara a los dos

Creo que éramos iguales

Bien, di adiós, es el Día de la Independencia

Todos los chicos deben huir, es el Día de la Independencia

Así que di adiós, es el Día de la Independencia

Los hombres deben seguir su camino, es el Día de la Independencia

Ahora las habitaciones están vacías en el Frankie’s

Y la autopista que ella abandonó en el Punto Breaker

Mucha gente se va del pueblo

Dejan sus casas, sus amigos

En la noche, acompañados solo de la oscuridad y la polvorienta autopista

Bien papi, vete a la cama ahora, es tarde

Nada de lo que digamos ahora cambiará el resto

Porque mucha gente distinta viene aquí ahora

Y ven las cosas de otra manera

Y pronto todo lo que sabemos se habrá olvidado

Así que di adiós, es el Día de la Independencia

Papi, sé las cosas que querías y que no podías decir

¿Podrás decir adiós? Es el Día de la Independencia

Yo te juro que nunca quise distanciarme de esas cosas.

31 de agosto de 2009

0. Piloto. “Su vida con Maite”. Antes de tiempo. 31 de agosto. Bienvenidos de nuevo :)

¿En qué momento uno comienza a sentir que las aspiraciones que lleva dentro son las que le mueven al caminar? En una escala de necesidades, Maslow dijo una vez que la búsqueda de la felicidad es la última de nuestras inquietudes; me imagino que el tal Maslow me diría que si aspiro a ser feliz es porque tengo toda una serie de necesidades básicas ya cubiertas…”

Para, corta el rollo. Agh, demasiada psicología, demasiado psicoanálisis. Y vuelta a empezar.

Aunque lo mejor vino esta mañana. “Blogsket” a tomar por saco. “Aún hay sitio para el romanticismo en el baloncesto actual”. Toma ya, menuda memez.

Y Maite echándome una bronca del copón; que cómo se me ocurre, que había cosas muy chulas escritas, que cualquier día alguien importante caía ahí y se interesaba por mí, que soy un inconsciente… y yo joder Maite no me des el coñazo que sólo es un blog y a falta de uno tengo dos más, que además es un cierre simbólico, que el blog sigue ahí aunque con un anuncio bien grande de “BLOG INACTIVO”, que ya hacía un siglo que ni yo escribía ni nadie comentaba… Santo Dios, y eso que sólo era un blog.

Qué difícil es volver de vacaciones. Sobre todo cuando uno intenta centrarse y el aspecto de la papelera parece más bien de final de temporada de trabajo que de final de vacaciones. Toda llena de papeles revueltos, folios, etiquetas y basura de oficina en general.

Y luego está mi jefe, en plan colega guay interesándose por mis vacaciones. Y yo que no sabía dónde meterme cuando comprobé que muchos de mis compañeros –jefe incluido- habían tenido la misma idea de ir un par de días antes al despacho a ver si todo estaba en orden. Me dan ganas de irme a la Luna a construir una granja criogenizadora cuando pienso en el espantoso –y estúpido- precedente que hemos sentado con la bobada de volver antes de tiempo al curro. Como si fuéramos sobraos.

Creo que lo peor de todo ha sido, tal vez, la cara que se me ha puesto en cuanto el jefe se ha acercado a mi mesa y me ha dicho la lapidaria frase: “Pues ya que estás aquí…”

Hay que innovar”, decía. “Nuestro modelo se agota y o giramos o damos un salto”. Y yo sentado en mi mesa, asintiendo como oveja que va al matadero, y medio despacho que se cae por los suelos de la risa por el marrón que me está cayendo encima. Yo que venía preparado con alguna que otra idea…

En fin.

El caso es que delante tengo un folio en blanco y otro donde, en letras grandes, hay escrito: “Su vida con Maite”. Mi jefe me ha dicho que tiene que ser algo divertido pero no demasiado, que sea realista pero no demasiado (y yo a punto de hacer la coña “que sea innovador también, pero no demasiado, ¿no?”. Ahí agoté la última gota de sentido común que debía quedarme para tener la boca cerrada) y, lo más importante, que dé bastante juego como para estar un año con la sección en activo.

Y es que nos espera un invierno que puede ser muy largo. Después de que el deporte del verano haya sido el de las terrazas semivacías, de que Marta Domínguez ganara un oro requetemerecido, y de que Ricky “Business” siga sin decirnos qué leches quiere hacer la temporada que viene, la duda de cuándo y cómo llegará la recuperación económica a España puede ser la menor de nuestras preocupaciones si el avance de la gripe A sigue a estas marchas.

Así que cojamos dos tazas para servirnos un café que no sé si me ha salido demasiado amargo… ¡bienvenidos a la nueva temporada en El Blog del Aficionado!

30 de septiembre de 2008

  • ¿Por qué siempre tienes que pensar que las cosas del mundo pueden ser de otra manera? Siempre, siempre, siempre piensas en cómo podría ser la política, la economía, el deporte... siempre... ¿por qué?
  • No me jodas, Maite, no vengas a soltarme ahora el sermón que siempre me sueltas el 30 de septiembre. Sabes cómo soy y no vas a cambiarme, ni tú ni nadie...

No era una discusión. Era simplemente la conversación que solía tener con Maite el último día de vacaciones, cuando el mundo se le venía encima y entraba en depresión post-verano. Era una conversación como todas esas de 30 de septiembre... salvo en el detalle de que aquella vez, en ese instante, él sí era feliz.

Se alejaron por la calle de la Alameda juntos, sonrientes, disfrutando. Se abría un mundo lleno de esperanza para él, y él mismo era consciente de ello. Porque sabría que habría dificultades, que dudaría, que habría momentos en los que desearía no seguir adelante; pero seguiría. Porque sabía que "Su vida con Maite" merecía la pena.

Merecía la pena.