3 de julio de 2017

La Promenade des Anglais, un año después

En este período de incertidumbre, cuando las luces de la esperanza parecen apagarse en Europa, quizá sea bueno detenerse y reflexionar sobre todo lo que ocurre y lo que ha ocurrido.

Sentado en una de esas famosas sillas azules que se encuentran en la Promenade, en el Paseo de los Ingleses, observo a mi alrededor y veo mucha gente que pasea, que hace deporte, que baila, que vive. Se trata de un escenario de ensueño elegido por muchos artistas para sus obras de arte, sus novelas, sus películas... un lugar, en fin, de calma y felicidad, lleno de vida.

Este escenario de paz y descanso fue, hace un año, el epicentro del drama. La Bahía de los Ángeles, majestuosa a orillas del Mar Mediterráneo, fue invadida por los demonios de la destrucción y el odio. Niza, como otras tantas ciudades en Europa y en todo el mundo, fue el objetivo de esta nueva forma de terrorismo, desafío de nuestra generación y muy probablemente de la que viene.

Este terrorismo no aparece claro a nuestros ojos sino que se esconde entre los individuos civilizados, como usted, como yo. Huelga decir que sus consecuencias pueden ser devastadoras: una Europa en la que los ciudadanos se sienten cada vez menos seguros, un mundo cuyas libertades se ven cada vez más reducidas.

Un año después de los atentados de Niza, siento una necesidad muy fuerte de reconocer los esfuerzos de todos los agentes encargados de la seguridad en las calles. Hay que tener la sangre muy fría para proteger la seguridad de los ciudadanos entre los cuales puede haber indeseables dispuestos a hacer todo por amenazar, y acabar con si la oportunidad se les presenta, nuestra manera de vivir y nuestros valores.

Un año después de los atentados de Niza, es momento de recordar y guardar la memoria de todas las víctimas, de todos los que perdieron a alguien, de todos aquellos que se vieron afectados, directa o indirectamente, la noche del 14 de Julio de 2016.

La herida de Francia, después de los acontecimientos de estos últimos años, es muy profunda. La sangre derramada el 14 de Julio ha venido a empapar los pilares mismos de esta República que acoge con infinita generosidad a quienes llegan aquí dispuestos a buscarse un futuro.

El golpe fue duro, uno más después de París, del ataque a Charlie Hebdo y la noche de Bataclan. Incluso la unidad nacional prácticamente unánime mostrada en las dos anteriores ocasiones pareció tener una brecha tras el atentado del 14 de Julio. Una prueba de que hasta en el país de la Grandeur la cercanía de unas elecciones altera de manera muy significativa el comportamiento de la sociedad y de sus instituciones.

Que la Conmemoración de los atentados del 14 de Julio sirva, entre otras cosas, para recordar a todos los franceses que la luz de la esperanza seguirá brillando mientras siga habiendo ciudadanos dispuestos a a proteger los valores por los que tanta gente luchó: la fraternidad, la igualdad y sobre todo, nuestra libertad.

El viento soplaba con fuerza aquella noche. La lluvia cayó de madrugada, como queriendo limpiar la sangre, la angustia y el dolor de las calles. Un año después del atentado, alguien se detiene a contemplar el horizonte azulado de mar y guijarros que es el Paseo de los Ingleses. La gente corre, baila y pasea... la gente vuelve a vivir, como si todo siguiera igual. Aunque ya nada sea lo mismo en Niza desde entonces.