El mes de junio en la vida de una persona suele venir marcado por una serie de momentos más o menos importantes; desde los exámenes finales hasta la declaración de la renta para los que llegan un poco tarde, pasando por el final de curso y por supuesto el principio del verano. Nos guste o no, la llegada de la estación estival nos invita a soñar con tardes de sol que quisiéramos que duraran para siempre.
Con esos anhelos de eternidad, el calendario deportivo ofrece, cuando el destino alinea los planetas, momentos que nos acompañarán el resto de nuestras vidas. El Oviedo, nuestro Oviedín, subió a Primera anoche. Al acabar un partido que pude seguir desde Niza por la radio, pensaba en algunas cosas que tienen muy poco que ver con el fútbol y mucho con emociones que espero queden grabadas en la mente de muchos.
Recordé, claro que sí, aquellas noches de universidad al terminar los exámenes de junio. Recordé esas épocas en que se construyen lazos que duran años, pese a la distancia. Recordé con cariño aquellos domingos de baloncesto yendo a ver al otro Oviedo, y todas esas tardes -porque fueron muchas- en las que vi a tanta gente ir al Tartiere, con humilde terquedad, en Segunda, en Segunda B, en Tercera, daba igual. Allá iban, contra el frío, contra viento y marea, pese a los descensos, las deudas y las dudas.
Al mismo tiempo pensé, con mucha emoción, en esos chavales que, sin haber conocido otra cosa, habrán crecido escuchando en infinitas ocasiones las historias sobre los héroes de antaño, los días del viejo Tartiere, el otro fútbol, la crisis, el descenso y los años de vacío. Pensé en todos esos niños que agitaban la bandera del Oviedo por la calle y que recordarán esta noche durante el resto de su vida, pase lo que pase a partir de ahora.
Pensé, también, en esas parejas que habrán sellado su amor con la bendita excusa de la victoria del Oviedo. A lo mejor, en un futuro, el recuerdo de la noche de ayer ayuda a resolver las dudas y los interrogantes que el día a día se empeña a veces en imponer.
Me alegré pensando que vamos a volver a ver al Real Oviedo en Primera. Pero sobre todo, me emocioné pensando en todas esas personas que, gracias a la noche de ayer, recordarán dentro de diez, quince o veinte años dónde estaban y sobre todo con quién estaban la noche en que el Real Oviedo volvió.
Porque a veces, una noche de junio desde el otro lado de los Pirineos, es bueno recordar momentos preciados que pasaron más o menos desapercibidos cuando se produjeron y que, veinte años después, nos siguen dando razones para brindar con una buena cerveza junto a nuestros seres más queridos.
La importancia del hecho en sí es discutible. Sin embargo, el valor de ese momento y de quienes estuvieron a nuestro lado para compartirlo, es infinito.