8 de noviembre de 2013

Buscando una oportunidad

Es un verdadero reto escribir estas líneas de tal forma que no nombre las partes implicadas, y a la vez, que usted como lector entienda lo que quiero contar. Vamos a ver si lo consigo aunque sea un 10%.

Vivimos una situación muy compleja desde el punto de vista de las relaciones profesionales. A mí y a los de mi generación, al menos tal como yo lo percibo, nos han educado para que busquemos opciones, para que no nos conformemos.  Pertenecemos, además, a una generación que nos caracterizamos en general por haber disfrutado de una infancia y adolescencia más o menos privilegiadas. Es ahora, en la recta final de las etapas de formación, cuando nos damos de bruces con la realidad de un mercado laboral que no premia, en la mayoría de los casos, el peso del currículum con un puesto que permita percibir un retorno de la inversión realizada para lograrlo.

La cruz

Si queremos afianzar estos argumentos con algunas cifras, basta con observar el paro en España, cuyo nivel de 27% asusta; y si hablamos del paro juvenil, de casi el 50%, espanta. De las generaciones más formadas se aprovecha sólo la mitad del talento. La otra mitad ya se ha marchado.

¿Tienen estas cifras un aspecto más práctico y cercano o son variables puramente macroeconómicas? Lo tienen. Basta con apreciar las dificultades de los recién licenciados, con máster, idiomas y experiencias profesionales, a la hora de encontrar un puesto de trabajo. En Francia ocurre que estudiantes preparados de Escuelas de Comercio, de Economía, de Comunicación, suspiran por encontrar un puesto que no sea un simple “stage d’apprentisage”. Tal vez sea el consuelo del pobre, pero España no es la única fábrica de talentos que invierte con retorno cero. Se trata de un mal común. Hablando de salir de la crisis y de transformar nuestra forma de actuar, tal vez éste sea uno de los hábitos que Europa (¿y el mundo?) debería replantearse seriamente.

Hay dos bienes escasos e importantísimos a los que el mercado laboral da un valor prácticamente nulo ahora mismo: por un lado, el esfuerzo económico de cada familia por formar a sus hijos; por otro, el tiempo empleado por cada estudiante en títulos, certificados de idiomas, especialización. 20 años de esfuerzo por forjar un currículum bien formado y preparado para el futuro… que en el contexto actual obtiene, en el mejor de los casos, “una beca sin garantías de continuidad”.

La cara

Y sin embargo, a pesar del escenario tan negro que acabo de pintar y que todos conocemos muy bien, existen oportunidades. Oportunidades que no se encuentran si no se tiene un poco de suerte y sin algún que otro dolor de cabeza, pero que existen.

Creo que el hecho de vivir un momento como el actual implica exprimir y aprovechar al máximo la oportunidad que se nos dé para demostrar que aparte de formación tenemos capacidades. La empresa que nos dé la oportunidad de comenzar está asumiendo el riesgo de contratar a alguien que no lo va a hacer todo bien a la primera, que se va a equivocar y que va a necesitar que otro corrija sus errores. Nosotros tenemos que asumir que la equivocación forma parte del proceso de aprendizaje, y ser conscientes de ello nos ayudará a continuar implicados al máximo a pesar de tropezar dos (o tres…) ocasiones en la misma piedra.

Mi momento

Estoy frente a la letra Alfa’ de mi vida profesional. Ante el primer paso que di en la industria hotelera. Escribiendo unas líneas que ayuden a canalizar las sensaciones al final de un ciclo que termina. Volviendo a la idea inicial, las relaciones profesionales han sido siempre complejas pero ahora con el agravante de que parece como si la oportunidad que se nos ha dado es la única que vamos a tener. Y no creo que esto sea así. No hay que rendirse, hay que seguir buscando horizontes nuevos, retos nuevos. Para eso educaron a mi generación. Para no desesperar y seguir buscando.

Hay un punto máximo que se alcanza cuando se trabaja. Un momento en el que se dominan todas las tareas del puesto que se ocupa  y lo único que la rutina ofrece es la mejora de la eficacia a fuerza de repetir tareas. Creo que en ese punto se corre el peligro de estancarse. Y todos sabemos cuándo hemos alcanzado ese punto. Ese punto indica el final de un ciclo. Los ciclos se agotan en el deporte, en la economía, en la vida… y en el ámbito profesional. No creo que sea malo. Sólo creo que es como es. El reto está en saber terminar un ciclo profesional que siempre ha sido en términos generales satisfactorio, con la suficiente madurez y profesionalidad para que ambas partes pongan un punto y final normal a la relación profesional.

Sé que, para quienes aún no han tenido esa primera experiencia, o para los que ya la tuvieron pero ahora no encuentran continuidad, estas palabras pueden resultar más bien idealistas. Pero estoy seguro de que todos, alguna vez, hemos tenido esa sensación de querer avanzar, de no conformarse con el pájaro que tenemos en mano y desear evolucionar. En mi caso, sé que hay momentos en la vida en que hay que saber conformarse. Y este, concretamente, no es uno de ellos. Yo animo desde aquí a que no nos rindamos, a que no bajemos los brazos, a que sigamos buscando.

Billy Joel–Vienna. “But don’t you know that only fools are satisfied?”

Porque en algún lugar nos espera la siguiente etapa. Estoy seguro.

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