22 de abril de 2020

De carencias, errores y crisis frente al COVID19

Desde el mes de marzo de 2020, nuestra sociedad se encuentra confinada en sus hogares para intentar contener la expansión del virus y aliviar unos servicios sanitarios que se encuentran desbordados. La expansión del COVID19 ha puesto a los individuos y a sus dirigentes, como cada gran crisis mundial, frente al espejo. Y ese espejo ha reflejado muchas carencias.

De esas carencias se derivan los evidentes errores que se han cometido en la gestión de la crisis del COVID19. Para taparlos, nuestro Gobierno recurre a dos herramientas: la primera es declarar que “no es hora de sembrar discordias políticas sino de encontrar una solución”; la segunda es pedirle al ciudadano de a pie “esfuerzo y comprensión”.

Lo primero es un problema en sí mismo; una de las barreras que nos impide encontrar una solución es precisamente de origen político: sin anticipación, por muy diversas e igualmente injustificadas razones, nuestro Gobierno es hoy incapaz de gestionar la crisis en un contexto de estado de alarma que prácticamente le confiere plenos poderes sin tener que enfrentarse a Sesiones de Control en el Congreso de los Diputados. 

Lo segundo es una vergüenza que traslada la responsabilidad de lo que ocurre al ciudadano de a pie; a ese ciudadano de a pie se le pide un día salir a la calle a manifestarse y al día siguiente se le obliga a quedarse en casa; echo de menos que alguien tome en serio a ese ciudadano de a pie que trabajando, con sus impuestos, sufre los errores de quienes se gastan un dinero que no es suyo; ese ciudadano vive en una casa sin jardín donde disfrutar al sol las largas horas de confinamiento.

Con esas dos herramientas nos enfrentamos pues a tres retos mundiales. El primero, el sanitario; aunque nos pese, el problema está lejos de resolverse pese a la sangre, el sudor, las lágrimas, el esfuerzo y la vida de los profesionales sanitarios a lo largo y ancho del mundo. El segundo, la crisis económica; ya nos estamos avecinando poco a poco a los datos que anuncian que lo vivido en 2008 pudieron ser dibujos animados al lado de la situación que vislumbramos, y será peor cuanto más tarde se tomen medidas para proteger y estimular la actividad de todos los sectores de la economía. Y el tercero, las consecuencias psicológicas del aislamiento; me sorprende lo poco que se está teniendo en cuenta el riesgo para la salud física y mental que la situación de confinamiento puede generar en el conjunto de la sociedad.

En medio de ese escenario, nuestro Presidente tiene valor para salir en televisión al borde de las lágrimas pidiendo apoyo y comprensión. Los españoles que le votaron lo hicieron para darle la capacidad de actuar y la responsabilidad de hacerlo. Acuérdense de ello los Sánchez, Iglesias y compañía, y háganse las preguntas necesarias frente a esta crisis. Cuando vienen mal dadas, quienes están ahí arriba deben darnos seguridad, respuestas y soluciones. 

Muy lejos estamos de encontrar alguno de esos elementos; dos cosas están claras y es que para lograrlo necesitamos mucho más que discursos cargados de emotividad y autocompasión, por un lado, y sobre todo, tener muy claro que al ciudadano de a pie ya se le ha pedido paciencia y esfuerzo por demás. Toca esperar, en el otro lado de la barrera, que haya alguien lo suficientemente competente y con el suficiente valor para tomar las decisiones que se necesitan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario