29 de enero de 2017

El caso (Mel)bourne

Nada menos que ocho años han pasado desde aquella última final que Rafael Nadal y Roger Federer habían disputado en la Rod Laver Arena. Por aquí también lo vivimos y aquí pueden leer lo que el entonces más joven autor de este blog dijo al respecto.

Ocho años después, el mismo escenario presentaba a los mismos protagonistas.



Alexander Zverev fue un durísimo rival en tercera ronda; Gaël Monfils tuvo su turno en octavos; Milos Raonic fue el rival en cuartos y Grigor Dimitrov en semifinales. Protagonistas todos del camino que Rafael Nadal recorrió hasta encontrarse de nuevo -¡por fin!- en una final de Grand Slam. En total, casi 19 horas de juego, una semana de partidos épicos, los necesarios para lograrlo.

Thomas Berdych fue el rival de tercera ronda, alejado hace tiempo de las fases finales; Kei Nishikori forzó los cinco sets en octavos pero no fue suficiente; Zverev, Mischa no se confundan con Alexander, no fue rival en cuartos y Stanislas Wawrinka, en semifinales, despertó tarde para alejar a Roger Federer del sueño de regresar a una nueva final de Grand Slam. En total, fueron casi 14 horas de juego las del suizo para llegar vivo hasta el día de la gran final.

Como si los astros se hubieran alineado en curiosa posición, Rafael Nadal y Roger Federer se encontraban de nuevo frente a frente, dando la sorpresa en un torneo que se quedó pronto sin los principales cabezas de serie.

Entonces el mundo del tenis entró en una especie de trance. La final entre Venus y Serena Williams no fue sino otro argumento más que alimentó los artículos deportivos, donde casi se podían encontrar más referencias a los viajes en el tiempo que en una película de Regreso al Futuro. Se estaba viviendo un auténtico viaje hacia un lugar que creíamos perdido y un tiempo que creíamos olvidado. De repente, se reeditaban las conversaciones que aliviaron el hastío después de una clase de contabilidad o la decepción después de un suspenso en microeconomía.

El sueño de poder viajar atrás en el tiempo y desempolvar viejos recuerdos terminó con una victoria, esta vez de Federer. Tres horas y media son pocas para resumir una rivalidad legendaria entre dos estilos únicos e irrepetibles. Una lucha entre dos rivales de leyenda, en torno a la que se han construido amistades y estrechado lazos. Quién sabe si esta será la última vez que se enfrentan. De serlo, fue un duelo que estuvo a la altura.



Cuando terminó el partido y apagué el ordenador, por unas horas pensé que estábamos de nuevo en 2009. Fueron quizás los servicios inalcanzables de Federer. O los ganadores imposibles de Nadal. O los reveses cruzados del suizo. O la fe inquebrantable de nuestro Rafa. Fue todo eso, fue como en 2009, y como en 2017, y como todo a la vez. Como si por un instante hubiésemos vuelto atrás, y eso nos hubiera permitido encontrar algo en nosotros mismos que habíamos echado tanto de menos.


Who will rise ?It would be so nice to hear you say"Thank you for the good times"Before the good times fly away
                                      OASIS - Thank you for the good times

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