“Hasta otra” parecía decirle al verano esta tarde el sol, al esconderse entre los edificios.
Como todo, como siempre, este verano termina. Y sin embargo yo, que normalmente escribo finales en clave de épica, esta vez, queridos lectores, me salgo por la tangente y (por ser sincero con vosotros y conmigo mismo) dejo de hablar de finales.
No voy a escribir aquí que hoy se termina esto, y lo otro, y lo de más allá. No voy a hacerlo porque no hace muchas semanas me di cuenta de que por un tiempo me he cansado de hablar de finales, de términos y de despedidas. Creo que bastante inevitables son algunas pérdidas como para encima hurgar en la herida y regocijarme aún más en otros finales.
Este verano me deja un sabor muy dulce en el paladar pero… un ligero regusto amargo de tanto adiós. Y además, bien sabe el lugar que figura en la foto de aquí abajo que más pena me da despedirme de ese sitio que del verano en sí.
Así que, para continuar con la tangente que me ocupa, y mientras trato de recuperar la inspiración para continuar con la labor bloguera en esta etapa post-universitaria, termino diciendo que cada mañana, cada amanecer, cada vez que el sol sube allí a lo alto… todo, absolutamente todo, de alguna manera, vuelve a empezar.
Gracias por estar ahí una temporada más. Nos leemos.
El truco esta en que despues de todos esos adios siempre habia un hola. y mas ahora que nunca vas a tener que dar la bienvenida a muchas cosas nuevas
ResponderEliminarNunca hay un "adiós" total, siempre es un "nos volveremos a ver".
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