18 de abril de 2007

Tiempos convulsos



Abrí ayer por curiosidad el Qué! (mítico periódico para la promoción del 87 puesto que nació el año que nosotros empezamos nuestra etapa de bachillerato) Cuando estaba en la facultad, y la verdad es que el panorama que presenta la actualidad es un tanto desolador.

En primer lugar, viendo qué trato está recibiendo el árbitro que dirigió el partido de Liga del pasado sábado entre el Racing de Santander y el Real Madrid, uno no puede sino preguntarse qué sucede en nuestro país, y en el mundo en general, en torno al fútbol. Su hija llegó llorando a casa porque en el cole y en la calle le habían dicho (y a saber de qué maneras) que su papá estaba jorobando al Real Madrid; el árbitro en cuestión está recibiendo amenazas por su supuesta responsabilidad de la derrota del equipo blanco en Santander el otro día; algunas personalidades de dicho conjunto, en lugar de hacer que la situación se calme sabiendo que por medio hay un árbitro que tiene una familia, no hacen más que contribuir a que la cosa no mejore diciendo que alguien está intentando que el Real Madrid no gane la Liga. Nos cuesta distinguir, creo, la línea que separa lo deportivo (la rivalidad sana que dota a nuestra vida de una cierta chispa) de lo personal (cuando la gente se olvida de que somos personas y convierte los sentimientos deportivos y la adrenalina que éstos despiertan en rabia e ira contra otras personas).

Sigo leyendo, y me encuentro con la matanza de 32 estudiantes universitarios de la Universidad Politécnica de Virginia, en EEUU (un poco más lejos de aquí). Es realmente impactante escuchar una noticia de este tipo, y más cuando yo y la gente de mi entorno estamos ahora sumergidos en la realidad universitaria; caminaba ayer por la facultad pensándolo y tratando de imaginar cómo sería vivir una experiencia como la que tuvieron que soportar, seguramente, las personas que estaban en la universidad norteamericana el lunes. El llanto de los compañeros, las frases de ánimo escritas en las paredes, las velas en recuerdo por los muertos... El culpable de los asesinatos, en un acto de cobardía que suelen cometer estos criminales en su último momento, se suicidó después de semejante atrocidad: creo que hay que tener algo muy mal en la cabeza o nos tienen que dejar muy mal para ser capaz de agarrar una pistola y liarnos a tiros con la gente de nuestro alrededor. No voy a comentar (o cuestionar) la forma en la que se avisó a los estudiantes del Campus de que un chico con una pistola andaba suelto, puesto que transcurrió una hora y media desde que el asesino cometió los dos primeros crímenes hasta que causó las otras treinta. Me quedo con el hecho, que es tan real, tan distante, y a la vez tan cercano...

Además de todo esto, leo que hay una nueva víctima de la violencia doméstica... ¿alguna buena noticia? Ante este escenario de pesimista realidad y de abrumadores acontecimientos uno (el menda) no puede hacer otra cosa que pensar en lo feliz que sería un mundo donde la gente fuera capaz de establecer márgenes lógicos de actuación, y entonces me dejo llevar como escuchando la dulce melodía de una canción, como la de esa película en la que el protagonista dijo aquello de Sam, tócala otra vez...

No hay comentarios:

Publicar un comentario