28 de septiembre de 2013

Continuando la puesta a punto: de la juventud, sus virtudes y sus defectos.

El otro día caminaba por la calle mientras me crucé con una pareja que tendría unos sesenta años. Iban hablando de la forma en que los jóvenes tenemos de querer cambiar las cosas que funcionan por el simple hecho de hacer algo distinto. Poco después, mientras esperaba a que un semáforo se pusiera en verde, escuchaba a dos compañeros de trabajo hablar sobre la dificultad que su entorno crea a la hora de cambiar la manera de hacer las cosas.

Tras escuchar las dos opiniones, totalmente encontradas, cada una con sus razones, su acierto y su margen de error, no pude evitar inspirarme para lanzarme a continuar retomando el ritmo del blog.

Quizás se trata de una reflexión algo compleja de entender, a pesar de que voy a intentar hacerlo lo mejor posible… me viene a la mente, además, de forma continua desde que empecé a trabajar (quizás antes no estaba en condiciones de percibirla… pero esa es otra historia) Muchas veces siento como que los entornos en los que la cúpula ejecutiva es más joven el comportamiento de las personas es mucho más dinámico que aquellos círculos en los que los jefazos son eso, jefazos, con un carro de experiencia a sus espaldas.

¿Qué sucede? Que el segundo grupo se comporta, o al menos generalizando la forma en que yo lo percibo, de una forma mucho más encuadrada: hace lo que hace como lo hace, porque sabe que así se hacen las cosas para que todo vaya bien. En cambio, el primero, compuesto según mi pequeño análisis por generaciones más jóvenes, se muestra mucho más abierto a otras posibilidades: sabemos que si se hace así tenemos éxito… ¿pero hasta dónde podríamos llegar si intentamos otro sistema?

Claro que ahí entramos en el terreno del riesgo, la voluntad de correrlo y la capacidad de asumirlo (casi nada, acabo de titular un proyecto de fin de carrera de psicología… o de finanzas… o de muchas cosas, entre ellas y por hablar de lo mío, incluso de la gestión hotelera)

No quiero extenderme demasiado, es una idea difícil de explicar pero muy breve de describir: noto que cada vez que alguien intenta hacer algo nuevo, suele tratarse de gente joven dispuesta a aplicar un nuevo sistema porque cree que una nueva forma de hacer las cosas podría mejorar los resultados. Y en ese instante, alguien con bastante más experiencia presenta su actitud de “todavía te queda mucho por aprender…”, comportamiento conservador totalmente comprensible hasta cierto punto… y el nuevo sistema cae en el olvido con la incógnita del resultado que se habría podido obtener de su aplicación.

Somos jóvenes, y tenemos ideas. Que tal vez sean imposibles de materializar… puede. Que su resultado sea una verdadera incógnita… tal vez. Pero si el que inventó la rueda hubiera hecho caso solamente a quienes le decían que en burro se iba perfectamente a todas partes…

Loquillo–Memoria de jóvenes airados. “Marcamos la diferencia, sin haceros reverencias…”

… claro, que tal vez esta sea la idea equivocada de un joven al que aún le queda mucho que aprender.

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