24 de septiembre de 2013

Escribir. Volver a escribir.

Era tarde la noche que, mirando el teléfono, me di cuenta de cuánto tiempo hacía que no me sentaba tranquilamente a escribir. A dejar que la mente se vaya vaciando poco a poco, mientras la hoja (o la pantalla) se llena de palabras que intentan poner orden y equilibrio entre pensamientos y sentimientos.

No deja de resultarme irónico que vuelva a escribir el día en el que un Smartphone llegó por primera vez a mis manos. En algún lugar oí que el sistema operativo de la misión Apolo no tenía más potencia que algunos procesadores de los teléfonos móviles actuales; pensar que tengo entre mis manos un aparato con el que se podría llegar a la luna me resulta gracioso… pero me estoy desviando del tema.

En una ocasión se rieron sin parar en una biblioteca porque decían que golpeaba las teclas con una energía, con una precisión, que parecía que me iba a caer dentro del ordenador… o que iba a romper las teclas de mi portátil. Ni lo uno ni lo otro aunque, volviendo al principio, una de las cosas que suceden cuando uno se concentra demasiado (si es que “demasiado” existe en la terminología utilizada para medir grados de concentración… cosa que dudo) es que parece que se cae dentro, se sumerge sin remedio, prisionero, tal vez, de las frases que le rodean.

Y vuelvo al origen, adonde empezó todo esto de escribir en Internet y sentir que soy importante. O simplemente escribir, sin necesidad de sentirme importante. Quizá porque ver una página en blanco y preguntarme si seré capaz de rellenarla con un texto decente es un desafío que me engancha. Quizá, también, lo hago por no ceñirme irremediablemente al molde de la pasión que despierta en mí mi profesión… y no obsesionarme con dedicarle palabras exclusivamente a la región en la que habito.

Tal vez todo lo anterior es consecuencia directa del huracán de sentimientos despertados por las calles de Madrid este fin de semana. Volviendo a uno de los puntos de origen (que no el Alfa… pero sí tal vez la Beta) se registra la evolución, se miden los cambios, se hace balance.

Por contar una anécdota antes de terminar, en Madrid volví a ver un partido de baloncesto, exactamente dos años después de que España conquistara su segundo Eurobasket. Podría decir que me decepcionó que en mi país sólo se pueda gritar cuando once señores le pegan patadas a un balón… pero hoy, esta noche, estoy en paz con el mundo y no quiero protestar. Ya habrá tiempo de reñir, pero hasta que ese momento llegue… lo único que quiero hacer es escribir.

Y mientras escribo, arranco el motor que comenzó su ralentí cuando el avión me llevaba de vuelta a Niza sobrevolando alguna parte del Mediterráneo en medio de la primera noche otoñal, y el reflejo de la Luna se extendía hasta un desconocido punto del horizonte.

Un horizonte alcanzado tras 500 palabras. 500 palabras escritas para volver a escribir. Y para terminar, una canción para calmar nervios y reposar sensaciones.

Vienna–Billy Joel “But don’t you know that only fools are satisfied?”

Bienvenidos de nuevo.

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