Poco es todo lo que yo pueda añadir a lo que se ha dicho ya sobre lo que hoy, día uno de marzo, España ha tenido que vivir. Marzo, no ha sido otro mes. Ha sido el mes aniversario del más triste atentado que hemos sufrido nunca. El primer día de un caluroso mes de marzo, un asesino llamado Ignacio De Juana Chaos, culpable de 25 asesinatos y terrorista etarra, ha salido de la cárcel en la que estaba preso, para dirigirse a un hospital y posteriormente restablecerse en su domicilio tras los más de 100 días d ehuelga de hambre que ha pasado.
Nuestro Ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, se atribuye de forma personal la decisión de dejar en libertad a De Juana. Mientras tanto, los proetarras, que no son cuatro, son bastantes y deberíamos empezar a preocuparnos, al menos eso pienso yo, consideran un logro la decisión del Gobierno y comienzan a lanzar nuevas exigencias (la puesta en libertad de seis etarras más, la reagrupación de los presos políticos vascos, entre otras cosas). El Gobierno, nuestro Gobierno, se ha doblegado ante la voluntad de unos terroristas a los que se ha dado a entender que poniendo bombas se consiguen objetivos. Tras el falso, y en cualquier caso, fallido proceso de Paz en el que el cerebro de nuestro señor presidente metió a nuestro país saltándose todas las leyes del sentido común, no sólo no ha cambiado su intención, sino que además ha derramado la gota que colma el vaso de una sociedad que espero que no deje que sus leyes permitan que los asesinos (todos somos víctimas potenciales, todos hemos podido sufrir alguna vez un atentado de ETA, nunca sabemos a quién le va a tocar) salgan en libertad con penas ridículas.
¿Crispación? Sí. Toda la que haga falta. Tengo mi derecho a no estar conforme con una decisión que sobrepasa los límites de mi entendimiento, tengo mi derecho a no querer que la ley de mi país permita que los terroristas salgan de la cárcel con 25 asesinatos a su espalda y tan sólo 18 años de cárcel, tengo mi derecho a estar en contra de un Gobierno que desde que está no ha hecho sino romper todo aquello que nos había permitido tener a ETA contra las cuerdas, tengo mi derecho y lo manifiesto. E igual que yo, así lo han hecho quienes se han ido a expresar su descontento ante el Ministerio de Interior, en Madrid. No son los medios de comunicación quienes crispan a la sociedad. Los medios de comunicación son altamente influenciables. Cuando el sentido común y la dignidad de las personas, afloran por fin y resaltan por encima de todo lo demás (la comodidad, el bienestar, el relativismo), es cuando se ven cosas como la de hoy.
Rubalcaba, brindaste con champán cuando te enteraste que cabía la posibilidad de que un grupo islamista fuera el responsable de los atentados, la noche del 12 de marzo. Tú, que te atribuyes la decisión de dejar libre a quien no se merece vivir de otra manera si no es atado a su cama por haber matado a 25 inocentes, espero que algún día te des cuenta de las consecuencias de tu decisión. Quien asesina pierde su condición de igualdad frente al resto de ciudadanos; de ahí a la condena de muerte hay un salto enorme, pero existen soluciones intermedias que supondrían castigos efectivos y, cuando menos, justos para una sociedad que no merece despertar cada día con la incógnita del “qué pasará hoy”.
Zapatero y Rubalcaba, al frente del Gobierno, son para mí unos traidores porque han dado la espalda a sus ciudadanos en un aspecto clave. La función del gobernante no es otra que la de organizar su nación en busca del bienestar, el orden, y el progreso. Pero el orden no se consigue cediendo ante quienes reclaman con la violencia de las armas. Con la decisión de Rubalcaba y el beneplácito de Zapatero, hoy hemos demostrado que quien usa la violencia en nuestro país, gana. Y me da más mala espina...
Nuestro Ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, se atribuye de forma personal la decisión de dejar en libertad a De Juana. Mientras tanto, los proetarras, que no son cuatro, son bastantes y deberíamos empezar a preocuparnos, al menos eso pienso yo, consideran un logro la decisión del Gobierno y comienzan a lanzar nuevas exigencias (la puesta en libertad de seis etarras más, la reagrupación de los presos políticos vascos, entre otras cosas). El Gobierno, nuestro Gobierno, se ha doblegado ante la voluntad de unos terroristas a los que se ha dado a entender que poniendo bombas se consiguen objetivos. Tras el falso, y en cualquier caso, fallido proceso de Paz en el que el cerebro de nuestro señor presidente metió a nuestro país saltándose todas las leyes del sentido común, no sólo no ha cambiado su intención, sino que además ha derramado la gota que colma el vaso de una sociedad que espero que no deje que sus leyes permitan que los asesinos (todos somos víctimas potenciales, todos hemos podido sufrir alguna vez un atentado de ETA, nunca sabemos a quién le va a tocar) salgan en libertad con penas ridículas.
¿Crispación? Sí. Toda la que haga falta. Tengo mi derecho a no estar conforme con una decisión que sobrepasa los límites de mi entendimiento, tengo mi derecho a no querer que la ley de mi país permita que los terroristas salgan de la cárcel con 25 asesinatos a su espalda y tan sólo 18 años de cárcel, tengo mi derecho a estar en contra de un Gobierno que desde que está no ha hecho sino romper todo aquello que nos había permitido tener a ETA contra las cuerdas, tengo mi derecho y lo manifiesto. E igual que yo, así lo han hecho quienes se han ido a expresar su descontento ante el Ministerio de Interior, en Madrid. No son los medios de comunicación quienes crispan a la sociedad. Los medios de comunicación son altamente influenciables. Cuando el sentido común y la dignidad de las personas, afloran por fin y resaltan por encima de todo lo demás (la comodidad, el bienestar, el relativismo), es cuando se ven cosas como la de hoy.
Rubalcaba, brindaste con champán cuando te enteraste que cabía la posibilidad de que un grupo islamista fuera el responsable de los atentados, la noche del 12 de marzo. Tú, que te atribuyes la decisión de dejar libre a quien no se merece vivir de otra manera si no es atado a su cama por haber matado a 25 inocentes, espero que algún día te des cuenta de las consecuencias de tu decisión. Quien asesina pierde su condición de igualdad frente al resto de ciudadanos; de ahí a la condena de muerte hay un salto enorme, pero existen soluciones intermedias que supondrían castigos efectivos y, cuando menos, justos para una sociedad que no merece despertar cada día con la incógnita del “qué pasará hoy”.
Zapatero y Rubalcaba, al frente del Gobierno, son para mí unos traidores porque han dado la espalda a sus ciudadanos en un aspecto clave. La función del gobernante no es otra que la de organizar su nación en busca del bienestar, el orden, y el progreso. Pero el orden no se consigue cediendo ante quienes reclaman con la violencia de las armas. Con la decisión de Rubalcaba y el beneplácito de Zapatero, hoy hemos demostrado que quien usa la violencia en nuestro país, gana. Y me da más mala espina...
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