19 de febrero de 2008

La mentira del centrismo

UPD 

Existe en este país una cierta tendencia a recurrir a la palabra "fascista", para emplearla más como insulto que como denominación a una tendencia política, cuando algo o alguien se aleja de todo aquello que se considera "el centro" hacia la "derecha".

Como más de una vez he sido víctima de este tipo de descalificaciones, sin un motivo que verdaderamente las pudiera sustentar, he de decir que comprendo perfectamente las lágrimas que Rosa Díez, candidata a la presidencia con el partido Unión, Progreso y Democracia (UPD), ha derramado hoy antes de comenzar su charla en la Universidad Complutense de Madrid. Primero, porque yo he vivido alguna vez esa situación y la entiendo; y segundo, porque creo que, aunque no la hubiera vivido, podría decir que esta señora ha hecho de todo menos méritos para que vengan a llamarla "fascista" a las puertas de un coloquio. Me parece tan vil y tan cobarde, que el único motivo por el cual hago mención a ello por aquí es porque se suma a dos acciones similares que han tenido lugar contra María San Gil y Dolors Nadal. Claro que estas últimas eran dirigentes del Partido Popular. Rosa Díez no.

Lo único que hizo Rosa Díez fue abandonar las filas del Partido Socialista hace unos meses por estar en desacuerdo con la política que Rodríguez Zapatero para fundar su propio partido, UPD. Todo lo demás que ha hecho ha sido defender lo que ella considera valores fundamentales para dirigir el país al frente de un partido que se presenta por primera vez a unas elecciones generales. ¿Y la llaman "fascista"? ¿Qué mentira vivimos en el día a día? Empleamos recursos baratos que van directos a la línea de flotación de las personas, utilizamos lo que más le puede doler para herir los sentimientos de una forma rápida y eficaz; cuando alguien pronuncia la palabra "fascista" contra una persona suele hacerlo con un tono y una mirada de desprecio que duele en lo más hondo del corazón de quien cree no merecer semejante insulto. Cuando un grupo a la entrada de una charla pronuncia la palabra "fascista" contra una persona, no creo que ésta se sienta ni mucho menos halagada.

Está de moda ser del centro. Ser de izquierdas está visto como algo valiente y atractivo; ser de derechas es anticuado y "fascista". Dentro de la izquierda existen diversos matices, de forma que los hay de "izquierda" y de "extrema izquierda". Pero en la derecha no hay matices, todo aquel que se defina como de tendencia de "derecha" quedará etiquetado como de "extrema derecha" y a la menor oportunidad de los presentes será denominado "fascista". Por eso, si nos preguntan qué tendencia política tenemos, decimos "no, yo soy de centro". Porque de esa forma quedamos en paz con nuestro entrevistador y tranquilizamos nuestra conciencia. Pero en realidad, cuando decimos eso, mentimos.

No hay nada de la realidad actual que nos deje indiferentes, todo cuanto sucede despierta en nuestro interior un punto de vista, una opinión. Si no es así, es que no somos conscientes de lo que pasa por nuestra cabeza. Nada hay de lo que pasa en el día a día respecto a lo que podamos decir: comparto los dos puntos de vista que se plantean. No es que sólo haya dos extremos, el blanco o el negro, pero siempre estaremos más de acuerdo con uno que con otro, y por lo tanto la dichosa expresión "ser de centro" queda invalidada.

Cuando alguien nos dice que es de centro y acusa a quien no está de acuerdo con sus argumentos de ser del "extremo" (sea cual sea este extremo) echémonos a temblar ante esa "exhibición" de centrismo y comprensión.

¿Dirá algo el Gobierno sobre esta agresión? ¿O guardará silencio, una vez más, como hizo respecto a las agresiones a María San Gil y Dolors Nadal? Tanto consenso, tanto talante... decidme de lo que presumís, centristas, y os diré de lo que carecéis. Claro que es comprensible, estarán demasiado ocupados creando la tensión que tan bien les va...

No hay comentarios:

Publicar un comentario