12 de diciembre de 2008

La educación nos preocupa

La educación es el pilar básico sobre el que sustentamos el progreso de un país. ¡Qué digo de un país, del mundo entero! Cualquier tipo de desarrollo, ya sea económico, social, tecnológico, etc, es consecuencia directa, en mi opinión, de la educación que haya y del nivel que ésta tenga.

Es, además, uno de los puntos sobre el que los políticos mueven sus programas electorales, aunque sea uno de los últimos puntos en el que se fijan una vez que están al frente de la gestión de un país.

Pero también la educación tiene una dimensión individual, que no se refiere sólo al desarrollo de un conjunto de personas. La educación nos permite descubrir inquietudes, interrogantes, y nos permite desarrollarnos más como personas. No sólo de cara al progreso colectivo, sino de cara a un enriquecimiento personal.

Se habla en muchas ocasiones, yo mismo lo hago, de las deficiencias que presenta el sistema educativo español. Tengo que admitir que hablo desde el plano cómodo de quien se queja sin ofrecer ninguna alternativa porque, la verdad, lo he pensado mucho y sigue sin ocurrírseme una opción válida que funcione mejor que lo que tenemos ahora. Sin embargo y pese a ello tengo esa sensación de que la cosa podría ir mucho mejor.

¿Qué es lo que falla?

Hablando el otro día con un profesor, me contaba la revolucionaria idea de quitar los exámenes. Esta persona se muestra convencida de la inutilidad de los exámenes, de la inútil tensión que crean, y de la obsesión que los padres transmiten a los alumnos por el número de la nota, olvidando quizá otros aspectos que puedan ser tan importantes –el aprendizaje mismo- como el aprobado.

¿Son tan inútiles los exámenes como este profesor los percibe? Sí, si los miramos como meros papeles que muestran un número, la calificación obtenida por el alumno. Un examen, y ahí estoy de acuerdo, no es más que el reflejo de lo que el alumno demostró saber en un momento determinado, pero no es la prueba irrefutable, ni mucho menos, del proceso de aprendizaje y del nivel de desarrollo y capacidades de la persona en cuestión.

Son inútiles los exámenes si, como ocurre cada vez con más frecuencia, nos limitamos a tratar de empujar al cinco a los alumnos para que, tanto ellos como sus padres, estén tranquilos. Son inútiles los exámenes si los convertimos en el dogma que dé fe de que “mi hijo sabe”; y por tanto, todo aquello que no llegue al cinco significa que “mi hijo no sabe”, y por ello, hay que tratar de que el profesor le ponga el cinco “a mi hijo” por todos los medios. En ese caso el examen no es más que un documento inútil que no acredita nada puesto que es el profesor quien ha hinchado el número hasta niveles de tres o cuatro puntos, para llegar a ese bendito cinco donde las almas paterno-filiales descansan tranquilas. El alumno, en ese caso, está aprobado inmerecidamente y no ha aprendido nada, ni justificable con la nota ni de cara a su propia vida.

Pero los exámenes son necesarios. ¿Hasta qué punto? No lo sé, pero lo son. La vida es una prueba constante; los exámenes, también. Son retos que hay que superar, y eso es algo a lo que debemos acostumbrarnos desde pequeñitos. Que tenemos que apañárnoslas, tenemos que aprender a sacar las castañas del fuego en casos de urgencia, y eso... es difícil de aprender si no nos lo enseñan en los laboratorios educativos –colegios- mediante prácticas –exámenes-. Los exámenes a veces no son más que pruebas de madurez, y las supera quien ha logrado un nivel de desarrollo concreto, no necesariamente quien más ha estudiado.

¿Crean tensión? Sí, estoy de acuerdo. A veces los exámenes no son más que generadores de tensión y estrés para los alumnos. Pero también ayudan a aprender a organizarnos, a aprender a buscar las herramientas necesarias para desenvolvernos en la vida. Hay que recordar que es en situaciones de tensión donde las personas descubrimos de lo que somos realmente capaces. Enfrentarnos a una prueba, aunque sean cinco preguntas que podemos haber empollado tranquilamente, no es más que otro reto que no deja de ser importante.

¿La solución?

En la conversación mantenida con este profesor, me enumeraba herramientas de las que disponemos hoy en día que pueden facilitar un aprendizaje mucho más práctico, del que se puede derivar una evaluación “más justa”, convirtiendo la calificación en un ratio que relacione la nota con el aprendizaje y no sea tan sólo un valor absoluto, un número a secas.

“Los niños tienen libros, tienen Internet; son capaces de bajarse juegos y crear parches para no tener que comprarlos” me decía. Tuve una vez un profesor que me decía “quizá no es tan importante el saber las cosas, sino el saber adónde tenemos que ir para encontrarlas”. Sabiendo utilizar Internet, los niños tienen una puerta al conocimiento de incalculable valor. ¿Les enseñamos a utilizar esa puerta?

¿Menos exámenes, más trabajos?

Ese es también un punto en el que quería detenerme hoy. Los trabajos. Ese maravilloso comodín que les da la vida a los alumnos. ¿Por qué? “Ctrl+C” y “Ctrl+V” puede ser la respuesta; el “copia y pega” de toda la vida, que antes era un suplicio cuando había que hacerlo de la mítica “Espasa” a los folios de nuestro trabajo con puño y letra, hoy en día se hace en tan sólo 10 segundos. ¿Y eso, frente a un examen, puede considerarse solución? Me ahorro la respuesta.

Ahora bien, pensemos en la realización de trabajos cuya elaboración requiera la implicación más o menos total del alumno; trabajos que no consistan tan sólo en obtener información, sino leerla, asimilarla, comprenderla, procesarla. La radicalización del asunto sería la supresión total de los exámenes, si es que consideramos que éstos son inútiles –para mí no lo son-, y su sustitución por estos trabajos –que llamaré “ideales”-, los cuales permitirían al alumno desarrollar esas capacidades de las que hablé anteriormente.

Sea mediante trabajos “ideales” o mediante exámenes y calificaciones verdaderamente útiles, es necesario que los chavales aprendan tanto para su trabajo como para la vida.

Quizá la raíz de todo ello esté en enseñarnos a hacer las cosas bien, antes que en obligarnos a obtener los mejores resultados.

... si es que ya lo dijo Aíto García Reneses...

6 comentarios:

  1. pufff tanto podria yo escribirte aki... xo esk ahora no tengo nada de tiempo, xo la semana k viene volvere x esta entrada y te soltare una de mis parrafadas, ok?? jejeje
    saludos!

    ResponderEliminar
  2. no me habia fijado en esto, jajajaja
    volvemos al los viejos tiempos ehhh, es triste xo necesario, no??

    ResponderEliminar
  3. mmm....

    Yo también me cuento entre las filas de los "criticadores" del sistema educativo. Es una bazofia inmunda.

    No se motiva al alumnado, la atención a la diversidad significa atención al que tiene menos capacidad (y el que más), que de minoría han pasado a mayoría dado lo cómodo que resulta ser vago y ya irán poniéndolo más fácil. El nivel va bajando y bajando, y llegamos a bachillerato sin base para la PAU, que hay que hacer más fácil para que la gente apruebe. Y claro, llegamos a la universidad sin base, y hay que hacer las asignaturas más fáciles para que la gente apruebe. Y llegamos a la vida laboral sin base. ¿Por qué mi sueldo es bajo? ¿Por qué tengo que trabajar tanto tiempo de prácticas?

    Pero, más importante. ¿Por qué perdemos el tiempo de pequeños, cuando realmente tenemos de sobra, memorizando datos que olvidaremos, haciendo ejercicios que no tienen nada aprovechable, trabajos que no nos enseñan a hacer? ¿Por qué llegamos y terminamos la universidad sin que se nos enseñe cómo hacer una exposición oral? ¿Sin asignaturas de investigación y búsqueda de información?

    Trabajos, trabajos... es muy fácil para un profesor decir "Hacedme un trabajo sobre < ponga aquí tema insulso arbitrario >. Luego, al que haga copy-paste (copia-pega), le pones un 5 si la presentación es fea y un 9 si tiene títulos en colores e imágenes chulas. ¡Alumno evaluado! ¿Qué es exactamente lo que ha aprendido el alumno para evaluarlo?

    Los exámenes, desde mi punto de vista, no son tan buenos como herramienta de evaluación como lo sería un seguimiento continuo e implicado del profesor sobre el alumno. Claro, quizá con 20 alumnos por profesor. Y para que la evaluación continua funcione, es imprescindible una componente de motivación. Y esto, señores, depende en gran medida de la configuración del temario y sobre todo del profesorado.

    Desde mi punto de vista, la motivación es la base del fallo del sistema educativo. Como en general da lo mismo un 5 que un 10, ya que salvo excepciones como las becas o las MH en la universidad, NADIE te da NADA por ser buen estudiante, al alumno no le importa sacar nota. ¿Para qué? Al alumno no le importa aprender, ¿qué saca a cambio? ¡Aprenderse de memoria los ríos de Europa! ¡Poder enumerar de seguido las obras de Lorca sin tener ni idea de quién fue Lorca! La mayoría de los temarios se imparten orientados al exámen. Listas de cosas, para poder corregir fácilmente cuántas sabe el alumno.

    ¿Algún profesor interesado en enseñar al alumno por qué lo que le mandan estudiar es suficientemente importante como para hacérselo estudiar? Que yo conozca, poquitos... muy poquitos.

    No sigo que me ha entrado hambre y pienso comerme un bocata. Me entra una mala sangre...

    Un saludo!
    Adán.

    ResponderEliminar
  4. "El niño no debe aprender por repetición, no debe atosigársele con un exceso de información, debe "gustar las cosas, elegirlas y discernirlas por sí mismo", y el maestro ha de escucharle mucho para adaptarse mejor a él."

    La familia en la Edad Moderna; Ángel Rodríguez Sánchez; Madrid, 1996; edita Arco Libros.

    Pero claro, ahí ya estamos hablando de preceptores, no de maestros...

    ResponderEliminar
  5. ¿Maestros? Me río del nombre de la carrera, con perdón de sus estudiantes y titulados. Y me río del nombre del título. Y en general, del título también, por lo mucho que muchos lo desprestigian, muy a pesar de honrosos individuos que aún merecen el nombre de "maestros".

    Pero maestros, maestros ya casi no hay ninguno. Profesores. Funcionarios. Babayos. Maestros, con pocos me he topado.

    Un saludo!
    Adán.

    ResponderEliminar
  6. Pero cuanta verdad en tan poco espacio, soy estudiante y me diferencio por ser objetivo incluso en mi situación.

    La verdad es que desde aquí adentro os puedo asegurar que la mera nota que muestra el papelito de marras el lo ÚNICO que importa, simplemente vergonzoso.

    También coincido con otros comentario que he leído, Maestros..?

    Esos "Maestros" que se sientan a leer el periódico mientras los alumnos nos tiramos horas haciendo el montón de ejercicios que nos ha encargado para que no se tenga molestar mas que en rascarse la nariz cuando le pica.

    Es increíble.

    ResponderEliminar