23 de octubre de 2013

Una partida que hay que ganar

Hoy he trabajado nueve horas y media, con pausa para un café. He completado ocho páginas de anotaciones de pago de habitación, con hasta cinco tipos distintos de tarjeta de crédito. He registrado cien salidas y he completado unas quince llegadas. He terminado un día en el que he hecho lo que tenía que hacer. Y dedico ese esfuerzo a todos aquellos que tenían capacidad para hacer lo que tenían que hacer, y escogieron no hacerlo.

¿Saben una cosa? Empecé el día a las cinco y media de la mañana preparándome un copioso desayuno que me permitiese hacer frente a los más que posibles imprevistos. Y mientras tomaba una buena taza de café con leche escuchaba la canción de Revolver “Lluvia violenta y salvaje”. Después de haberme levantado con la mente puesta en el trabajo, volvía así a enfrentarme a la realidad de la decisión tomada por Estrasburgo el lunes, y cumplida en menos de veinticuatro horas por nuestra Audiencia Nacional.

Revolver–Lluvia violenta y salvaje. “Aquel día amenazaba tormenta…”

Hubo una mañana en la que Inés del Río tuvo la oportunidad de escoger entre dos opciones: poner una bomba o no ponerla. Escogió la primera.

Mientras terminaba mi taza de café, pensé que a este animal se le ha dado la oportunidad de volver a disfrutar de una taza de café, libre, como tú, como yo. Como si la decisión que Inés tomó aquella mañana hubiera sido entre ponerse una camiseta verde o azul. Hoy me he levantado en un mundo donde la democracia, mi democracia, le ha dado la libertad a una terrorista.

Al hilo de esto, el otro día tuve la ocasión de discutir con un amigo sobre la decisión tomada por Estrasburgo. En aquel momento la Audiencia Nacional aún no se había pronunciado, aunque como ya todos sabemos no tardó en actuar. La reflexión traída a colación se basaba en la ilegalidad de la Doctrina Parot, de la que tanto se ha vuelto a hablar estos días. Él me decía que el Estado no debe ponerse al nivel de los terroristas, que la ley debería ser modificada y aplicada de acuerdo a los principios del derecho y que promulgar una ley aplicable excepcionalmente de forma retroactiva podría dar lugar a situaciones muy peligrosas.

Desde antes de ayer he pensado mucho en los razonamientos arriba expuestos, y cuantas más vueltas le doy al asunto, más clara veo mi postura al respecto.

Creo que un Estado se pone al nivel de los terroristas cuando emplea sus mismos métodos y sus mismas tácticas, buscando no su captura y castigo sino su liquidación. En España lo tuvimos en forma de GAL y ya sabemos cómo terminó. Creo que un Estado que promulga una ley para combatir el terrorismo y para ello permite que se aplique excepcionalmente de forma retroactiva no es fuente de situaciones peligrosas siempre y cuando las acusaciones de terrorismo estén fundadas; es más bien una forma concreta de combatir un problema específico. Algo que en una democracia donde existen tres poderes diferenciados se puede lograr.

Yo creo que una condena por asesinato no es tan cuestionable ni tan abstracta como una acusación de enaltecimiento de terrorismo; volviendo al caso que nos ocupa, Inés del Río es abiertamente culpable de todos los cargos, no ha mostrado absoluto arrepentimiento, y sin embargo esta noche se puede ir de tapas con su familia. Algo no funciona bien cuando esto ocurre. Algo no funciona bien cuando las únicas revisiones que la Justicia permite para una pena semejante (poner una bomba en una plaza en pleno centro de Madrid) son única y exclusivamente a la baja.

Me sorprende, además, la velocidad con la que Inés del Río salió de la cárcel. Al respetable debería sorprenderle la rapidez con la que todo ha sucedido, y la lentitud con la que se lleva a cabo cualquier otro trámite que tiene que ver con la Administración. ¡Tan solo veinticuatro horas! Como para no pensar que esto no estaba, de alguna manera, urdido (si no atado y bien atado por alguna de nuestras altas instancias, habida cuenta del silencio que el Gobierno de Rajoy se trae desde el lunes)

Mientras la dignidad de las víctimas del terrorismo etarra yace pisoteada en algún pestilente rincón de las cloacas, la lluvia cae sobre el Mediterráneo en Niza. Y pienso que no es justo que la supuesta recta final de ETA traiga “alegría” para los partidos del entorno abertzale. Esta es una partida que nuestra democracia, que España, tiene que ganar. No puede, no debería haber tablas. Y sin embargo, la lluvia que cae esta tarde anuncia tablas en una partida de ajedrez donde el Rey está en jaque más que figuradamente (¿ha habido alguna palabra de solidaridad por parte de nuestro Presidente para con las víctimas? ¿Ha habido algún gesto hacia ellas del Jefe de Estado? Ni están, lamentablemente, ni se les espera)

La lluvia, como el tiempo, quizás logre borrar algunas huellas de lo sucedido. Pero algún día el sol volverá a salir, y tal vez recordemos todo el dolor causado. Y tal vez,  descubramos que esa lluvia no logró borrar la sangre derramada por tantos inocentes; quizás, ese día, nos demos cuenta de que la Justicia no hubiera debido estar tan ciega y que no deberíamos tener a nuestro lado, tomando una taza de café, a quien jugó a destruir la democracia porque sabía que, de todas maneras, la democracia le iba a proteger como a un hijo más.

Yo no necesito esperar a que salga el sol. Yo creo, hoy, que esta partida hay que ganarla.

Antonin Dvorak - Requiem

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