7 de octubre de 2013

Reescribiendo sobre baloncesto… o sobre otras cosas. De Suecia 2003 a Eslovenia 2013.

Van Morrison–Dweller on the threshold. “Let me pierce the realm of glamour, so I know just what I am”

junior de oro

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Escribo estas líneas cuando ya han pasado algo más de dos semanas desde que terminara el último Eurobasket. Y lo hago reconociendo que, al contrario de lo que he hecho cuando se han celebrado otros torneos internacionales de baloncesto, he leído muy pocos artículos al respecto. Si tuviera que quedarme con uno, que sirviera además de introducción para la particular historia que contaré más abajo, elegiría el análisis que José Díaz Tenorio escribió en Tirando a Fallar: “del 4 al 15”.

Hasta aquí, los comentarios técnicos (y reconocerán que no me he alargado mucho) Al margen de la derrota de España en las semifinales contra Francia (*), el otro día reparé en una pequeña anécdota que, desarrollada, da lugar a todo lo que van a encontrar  a continuación.

Nuestra historia comienza una tarde de Septiembre, concretamente la del 14, en el año 2003. Entonces, estando nosotros a punto de empezar el Bachillerato, España venía de ganar la medalla de bronce en el Eurobasket de 2001 contra la Alemania de Nowitzki, y de quedar quinta tras vencer a Estados Unidos en el último partido del Mundobasket de 2002.

El rival de aquella tarde era Lituania, ¿recuerdan? Alineados, enfrente de los nuestros, estaban algunos de los jugadores lituanos que brillaron en el baloncesto europeo de principios de siglo: Sarunas Jasikevicius, un jovencísimo Arvydas Macijauskas, Ramunas Siskauskas, Donatas Slanina, Ksistof Lavrinovic… allí, en el salón de casa, nos sentamos a ver el partido, con la tensión propia de quien no sabe qué puede ocurrir en caso de ganar…

El partido se saldó por 93-84, y recuerdo muy pocos detalles del mismo. Sí me acuerdo con bastante claridad de la satisfacción generalizada que todo el mundo aficionado a este deporte tenía, tras la consecución de una importantísima medalla de plata, a pesar de la derrota. Era el segundo empujón de los Junior de Oro hacia el éxtasis por conseguir todo lo que vino después… un escalón más que forma parte imprescindible de la Historia de nuestro baloncesto.

Lietuva vs Ispanija, Final del Eurobasket de 2003

Mi hermano y yo vimos juntos aquel partido.

Dos años después nos encontramos el segundo capítulo de esta particular aventura. Nos trasladamos ahora a la tarde del 24 de Septiembre de 2005, a la última semana de un verano por otra parte largo y ya inolvidable por las circunstancias que aquellos que estén leyendo estas líneas y me conozcan personalmente recordarán. Faltaba tan sólo una semana para comenzar nuestro periplo universitario y me encontraba en Madrid con mi familia, en Sagredo, Casildo, el bar del barrio de mis abuelos de toda la vida. Y por la televisión, comenzaban a emitir la semifinal del Eurobasket 2005 que se disputaría entre España y Alemania.

Entonces, España venía de quedar séptima en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 tras su derrota contra Estados Unidos. Alemania presentaba en sus filas a Dirk Nowitzki, y además, que me suenen a bote pronto, Patrik Femerling y Robert Maras. Resultó un partido bonito de ver y muy disputado, al que se llegó a un final igualado. Revisando el partido recordé los pelos de punta que se nos pusieron a todos los presentes con el canastón de Navarro que colocaba el 72-73 a nuestro favor… y el silencio sepulcral que se produjo cuando Nowitzki convirtió la canasta del 74-73 con el que terminó el encuentro.

España vs Alemania. Semifinales del Eurobasket 2005

Mi hermano y yo vimos juntos aquel partido.

Antes de continuar, es necesario hacer una parada, aunque breve, para nombrar el punto de inflexión que se produjo en el deporte español tras la consecución del Mundial de Japón 2006. La canasta que siempre había entrado (o que siempre habíamos fallado), la de la última oportunidad y el último suspiro, la que lanzó Nocioni hacia las dos de la tarde de aquel caluroso viernes 1 de Septiembre de 2006… aquel balón se estrelló contra el muro de todo nuestro esfuerzo y la frustración baloncestística se tornó en éxtasis, en la locura de una victoria absoluta que no tardaría en llegar, dos días después, con la paliza que se llevó Grecia el 3 de Septiembre de 2006.

Poco importó mi suspenso en Microeconomía. La alegría desbordada aquellos días (y la posterior aprobación del examen en la siguiente convocatoria, bien entendu) fueron suficientes para lograr olvidar lo que no dejó de ser, con el paso de los años, una anécdota que le añade solera a este relato.

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El tercer episodio es la culminación del despropósito propagandístico que supuso el Eurobasket 2007, el que se celebró en casa. Mi memoria no tenía presente que antes hubiera habido una campaña semejante para vender la piel del oso sin ni siquiera haber salido a cazar. Pero todo eso forma parte del contexto y me desvío de la historia. La fecha que nos ocupa esta vez es el Domingo, 16 de Septiembre de 2007, cuando muchos de nosotros afrontábamos el tercer año de carrera.

Y de nuevo me hallaba yo en Madrid, por las circunstancias del momento. La capital del Reino, escenario de la final que se disputaría entre Rusia y España. Mi primo, mi hermano y yo (acompañados de Alvarito, a quien mando un fuerte abrazo desde estas sencillas líneas) a las pantallas gigantes puestas en Colón, para ver el partido como si estuviéramos presentes en el pabellón.

Recuerdo afrontar el visionado de aquella final con las vibraciones que guardábamos del espectáculo que se había vivido en el Saitama Super Arena el año anterior. Había dudas, incertidumbre, “ruido” (por la publicidad, la televisión, la prensa…) pero los “nuestros” eran muy “nuestros” como para que fuéramos a ver aquella final con la sensación de que se pudiera perder. El resultado lo recordamos todos, con la jugada en la que Holden corre y corre y corre y se le deja tirar, y mete una canasta que nos quita un oro que por momentos había parecido tan cerca… un último intento de Gasol no fue suficiente y la plata fue nuestra.

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Otra canasta en el último suspiro, otra derrota… y otro partido que mi hermano y yo vimos juntos.

El cuarto episodio tiene lugar la mañana del 24 de Agosto de 2008. El escenario esta vez se traslada a orillas del Mediterráneo, a la cafetería del Hotel El Cid. Debían ser las ocho de la mañana cuando dos hermanos descarados se pusieron a los mandos de aquel enorme televisor. Allí en ese momento no había nadie y por aquello de ser temprano pusimos bajita la tele, tras colocar nuestra bandera de España y de la Eñe. Enfrente Estados Unidos, y la sensación de que por alguna razón se les podía hacer frente.

Yo no recuerdo haber tenido más poder de convocatoria que en aquella ocasión. El ritmo del partido cogió tal intensidad que allí se fueron sumando amigos y conocidos, clientela que en otras circunstancias y dada la hora que era (en torno a las diez de la mañana) habría decidido que ir a tomar el sol a la playa era mucho más útil y satisfactorio. Cuando el partido se convirtió en un baile de triples y mates de unos y otros, en los últimos instantes del último cuarto de una final inolvidable, el bar estaba abarrotado de quienes permanecíamos tan emocionados como un tanto incrédulos.

Y pese a la alegría que por momentos parecía llevarnos en volandas hacia un resultado que habría inmortalizado para siempre al baloncesto español… los últimos minutos decantaron el partido a favor de los americanos. Aíto, con el mismo estilo analista de siempre, diría aquello de que había una distancia física que aún no se había salvado entre ellos y nosotros…

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Mi hermano y yo juntos… nos quedamos otra vez con una derrota en nuestros bolsillos y la mirada perdida frente al televisor.

Hagamos ahora un viaje en el tiempo que nos llevará a resumir en breves líneas nada menos que cinco años de nuestro baloncesto. La consecución, por fin, del Oro en el Eurobasket de 2009, con paliza frente a Serbia (85-62). El fracaso del Mundial de 2010, con sendas derrotas frente a Argentina por el sexto puesto y frente a Serbia en cuartos de final, que se tomó la revancha con un triple final de Teodosic. La repetición sin precedentes del Oro en el Eurobasket de 2011, con victoria frente a Francia. Y la reedición de la final Olímpica de 2008, esta vez con Londres como escenario para otro duelo de altura en los Juegos Olímpicos de 2012.

Nuestra historia llega a su último capítulo. Terminada la ola de Bachilleratos, Carrera, Máster en Marbella y una vez que estoy instalado en Niza para trabajar, me encuentro de nuevo en Madrid de fin de semana. Son las 18h de la tarde de un viernes, 20 de Septiembre de 2013, y contemplo el reloj mientras espero, con mis tíos y mi primo, a que mis padres lleguen a Madrid. A las 21 juega España contra Francia las semifinales del Eurobasket que se está disputando en Eslovenia y hemos quedado para verlo juntos mientras cenamos en El Capricho (no sé si es casualidad o no que en este momento suene en mi ordenador la composición de Korsakov “Capricho Español”… habida cuenta de lo que estoy escribiendo, ya no creo mucho en las casualidades, la verdad)

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Es un episodio que se ha vivido recientemente así que todos recordaremos con bastante detalle la grandísima primera parte y el posterior desinflamiento en la segunda. La llegada a la prórroga… los parroquianos de la taberna no parecieron, pese a todos los esfuerzos que hicimos nosotros, muy interesados en prestar atención al partido hasta los instantes finales (y con instantes finales me refiero a los últimos diez segundos, el todo o nada… otra vez, el eterno último suspiro) En la memoria quedará la llamada de atención de uno de los allí presentes que nos insinuó que no hacía falta “gritar tanto”; y los dos personajes que vieron en nosotros el cielo abierto para poder animar tranquilamente a los nuestros (porque ya se sabe que en España si no se pega patadas a un balón no es deporte y no se tiene derecho de gritar)

No olvido ese último y horrible balón que se le dio a Marc Gasol. Ni esa pelota que se estrella contra el aro, que va a dar a las manos de no sé quién, dando al traste con todas las ilusiones que se habían generado tras la primera parte. Francia vencedora, España cayendo en semis… y mi hermano y yo juntos, viendo otra vez el partido y quedándonos con la cara esa de “hay que jod…

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Diez años de momentos, escenarios y circunstancias distintas con un denominador común: durante todo este tiempo, cada vez que mi hermano y yo hemos visto un enfrentamiento de la Selección Española de Baloncesto, ésta ha perdido, y lo ha hecho, en la mayoría de los casos, en el ultimísimo de los suspiros. Pero pese a todo, la sensación que guardo no es en absoluto de arrepentimiento: hemos disfrutado como enanos de todas esas oportunidades para gritar y pasarlo bien juntos (¡aun en la derrota!) Además, luego vienen los come-come, los análisis, los “anda mira que ir a poner…”, toda una serie de anécdotas en forma de mensajes de móvil, o de guasaps (con la llegada de ese invento del demonio que ya me han conseguido colocar llamado Smartphone) o de llamadas telefónicas sin tener apenas voz por haberse dejado algo más que las cuerdas vocales delante de la televisión.

El final que se merece esta pequeña odisea no es más que un “que nos quiten lo bailao”. Y esperando lo que el verano que viene puede ser el canto del cisne de una generación que ha inundado nuestro baloncesto de momentos de gloria (en palabras de mi padre, a quien me permito en este momento citar) me despido después de casi dos horas peleándome con el teclado de un ordenador que hoy me lo ha puesto bastante más difícil que otros días.

Van Morrison–Days Like This. “When no one steps on my dreams there’ll be days like this…”

Es lunes, 7 de octubre de 2013. Afuera está lloviendo, cae esa fina lluvia tan típica del Mediterráneo en otoño. A pesar de esa dificultad para escribir, lo he conseguido. Aquí termina esta actualización de un blog para el que poco a poco voy encontrando una nueva razón de ser.

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