13 de junio de 2007

Sentimiento verdinegro

Adónde vas, deporte, sin tus máximos representantes acompañándote. Corres sin ningún destino, caminas sin saber adónde, te mueves sin control... necesitas aquello que te da sentido, que te fundamenta. Adónde puedes dirigirte si pierdes el exponente de la emoción, la alegría, el esfuerzo por la superación...

¿Por qué desde niño soy del Joventut, por qué esa afición a esos colores, a ese equipo? Supongo que una de las principales razones será que mi padre y mi hermano procuraron que una de las primeras palabras que salieran de mi boca fuesen “forza peña” balbuceando durante los años en que se consiguieron dos ligas y una copa de Europa (cuando me asustaba con sus gritos y me iba a la habitación). Pero luego el menda fue creciendo y no pocas veces me he parado a pensar en el por qué de mi afición a la Penya. He leído la historia de mi equipo tantas veces, me he parado a ver imágenes de antaño en blanco y negro, he visto partidos de hace más de una década, que quizá por ello cobra más sentido, para mí, ser aférrimo seguidor del equipo de baloncesto de Badalona.

¿Qué es de un deporte sin la capacidad de improvisación de los jóvenes? Creo que nada. El deporte está basado en la intensidad, la vivacidad, el esfuerzo físico, la resistencia, la ambición (me refiero dentro de los límites deportivos)... y en cierto modo, el deporte en su más puro estilo se refleja en los jóvenes. Quizá un equipo cuyo nombre sea, sin ningún tipo de añadidos, ‘Joventut’, o Juventud, traducido del catalán, llame la atención a más de un chaval a la hora de “elegir” equipo al que animar. El espíritu de equipo llevado hasta lo más profundo de los corazones tanto del equipo como de la afición, la garra y la fuerza llevadas al límite bajo una única palabra que entraña tantas cosas buenas, la JUVENTUD, la lucha ante todo tipo de adversidades en los momentos difíciles, todo eso y mucho más se esconde detrás de esa maravillosa palabra. Pero sobre todo, y creo que es lo más importante, la Penya es capaz de transmitir sentimientos que otros equipos no pueden (ni podrán) transmitir nunca, porque siendo un equipo que porta como estandarte la juventud de cuantos juegan en él, hace ver al mundo que cuando a los jóvenes se nos deja, somos capaces de hacer las cosas.

La Juventud sueña, tiene ilusiones, tiene ambición, mira al futuro. El Joventut mima la cantera, la estudia, la trabaja. Permite a las más jóvenes perlas (cuando tiene un entrenador adecuado para ello, claro) que vayan tomando las responsabilidades cuando está visto que los mayores no lo hacen mucho mejor. La Penya transmite alegría y vivacidad. Con Aíto, y guiados por el ritmo de la conexión R&R, los años en que nos debatíamos duramente contra el descenso han quedado atrás. Y es realmente motivo de orgullo observar cómo el Joventut ha sido capaz de volver desde los puestos de abajo hasta aquí arriba, donde está ahora, sin perder en ningún momento su apoyo por el baloncesto de los jóvenes. El verdadero baloncesto.

Y eso es algo que pocos más pueden lograr. Por eso, me reafirmo en mi afición al Joventut de Badalona. Y he aquí, ante nuestros afortunados ojos, el oscuro objeto del deseo... Tan cerca... Tan lejos...



PD: ¿perdimos ayer contra el Real Madrid un quinto partido de semifinales? Pues hoy salgo con el pin del escudo del Joventut en la camiseta, al examen de IRPF, orgulloso de unos jugadores que lo dieron todo hasta el minuto 40 del partido. ¿Me restriega la derrota algún oportuno madridista? Sonrío y pienso: “Iluso. Si tu equipo hubiera perdido estarías echando pestes sobre él”. ¿Volveré a vivir al año que viene una experiencia deportiva como esta? No lo sé, pero la de este año ha sido increíble, y es lo que importa. VISCA LA PENYA y VISCA BADALONA.

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