El domingo se cerró el ciclo de conciertos 2008-2009 en el Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo, con un programa que incluía el Concierto para violín y orquesta en Re mayor (op 35) de Chaikovski, y la Sinfonía nº2 en Re mayor (op 73) de Brahms. La orquesta, la Sinfónica de Viena, dirigida por Fabio Luisi, ofreció un concierto inolvidable para dejar cerrada con buenísimo sabor de boca esta temporada musical.
En la primera parte se escuchó al violín de Julian Rachlin las notas de lo que se ha venido apodando como El Borracho; una melodía que por momentos se vuelve retorcida, caprichosa, que hace al violinista moverse en el escenario para seguir el ritmo de la partitura y lograr el efecto sonoro tan sorprendente de esta melodía.
Y en la segunda parte, la 2ª Sinfonía de Brahms... de la cual poco puedo decir. No me considero un entendido de la música clásica, ni mucho menos, pero las cuatro sinfonías de Brahms me resultan sencillamente encantadoras; su melodía, tan acompasada (como la cuarta sinfonía), tan suave (como el cuarto movimiento de la primera sinfonía -parte 1/2- y -parte 2/2-) y tan cargada de carácter en determinados momentos (como el final de esta segunda sinfonía) es magnífica.
El concierto estuvo genial, la actuación de la orquesta austriaca rozó por momentos la perfección y completaron el programa con magnífica seriedad. Si queréis leer la crítica que hace Joaquín Valdeón en La Nueva España para este concierto, aquí la tenéis.
¡Feliz Martes de Campo!
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