15 de septiembre de 2008

Capítulo nº 233

Lo había intentado tantas veces que ya estaba cansado.

Todavía recordaba aquellas finales jugadas en los 80, cuando parecía que el poder del dinero podía sucumbir ante el espíritu de unos colores. Siempre había pensado que era posible hacerlo, que era posible luchar, que había algo que tenía que cambiar y que tarde o temprano terminaría pasando.

La gente se cansó de esperar y de ver impotencia en los ojos de los jugadores.

Sin embargo, ni lo bueno ni lo malo dura eternamente y los éxitos terminaron llegando, aunque fuera en un momento en el que nadie se lo esperaba. Pero llegaron, que al fin y a la postre, era lo que contaba.

Lo cierto es que no sé si relatar algo así tiene algún sentido pero podría tenerlo si le sugiere algo al lector anónimo que, voluntariamente o por casualidad, se deja caer por aquí.

Y la verdad es que hay que decir que justo antes de conseguir aquellos logros lo pasamos francamente mal. No teníamos equipo y el espíritu que se respiraba era de total falta de confianza. Los jugadores no parecían tener gana alguna de ganar y eso se tradujo en una desilusión absoluta con el paso de los meses. Fue una de las etapas más duras que recuerdo. De hecho, llegó un momento que cansé.

Le oí decir a alguien en una ocasión que, efectivamente, ni las buenas ni las malas rachas duran para siempre. Y debe ser por ello que la mala racha terminó, pese a que pensara que jamás iba a ver la luz al final de un túnel que había dejado de tener luz hace mucho tiempo.

En una temporada revolucioné la liga y le di un vuelco a la historia, y muchos equipos se interesaron por mí. Cultivé éxitos allá por donde fui, y debo admitir que dejé de luchar por aquello que más ilusión me hacía, y comencé a jugar más por mi propia satisfacción que por la de los demás. Me divertía haciendo lo que hacía que era jugar al baloncesto; sólo que mi estilo gustaba, y me olvidé de esas grandes palabras que hablan de empeñarse en retos inalcanzables, proyectos imposibles y de gente que sí los ha llevado a cabo. Jugué por mí mismo y de esa manera me convertí en lo que hoy dicen que soy, un gran jugador de baloncesto.

No considero que fuera egoísta... tan sólo me dediqué a hacer bien lo que más me gustaba. Jamás en la vida insulté a un árbitro, me comporté como un verdadero caballero y deportivamente creo que me pueden considerar un jugador impecable. No hacía nada que no se saliera de lo puramente deportivo. Yo salía a jugar, a correr, a sudar la camiseta y a divertirme. El resto se lo dejaba a los otros.

Cuando regresé de mi periplo internacional, muchos periodistas me han preguntado cómo me siento. Es algo difícil de responder. Por un lado, contento por estar de nuevo con los míos, con mi familia, con mis amigos. Estoy alegre por haber sido capaz de superar las expectativas en la mejor liga del mundo, por haberme abierto un hueco en la historia y en los corazones de la gente. Ha sido genial.

Pero, por otro lado, cuando he llegado de nuevo a mi casa y a mi entorno, me he dado cuenta de que todo sigue igual. Los jugadores, el equipo, la estructura deportiva... todo, todo sigue siendo lo mismo que hace unos años cuando yo me fui. La esperanza que mantenía con vida e ilusión mi corazón cuando estaba lejos de casa, que era regresar algún día y ofrecer a mi equipo algo distinto con lo que poder volver a la cima, se ha esfumado a los dos días de estar aquí. Cuando veo que se mantiene aún esa falta de ambición, esa vagancia por cambiar las cosas, por creer que se puede jugar de una forma distinta, me siento decepcionado.

Yo me he ido y he vuelto, y entre medias he ganado y perdido partidos y campeonatos. Mientras tanto, la burbuja donde se encontraba todo esto no ha cambiado nada. Esperaba encontrarme algo diferente, alguna renovación, algún matiz que cambiara con respecto a lo que yo dejé cuando me fui.

Pero no hay nada. Siento que el único que ha cambiado, que ha evolucionado en su juego he sido yo.

Lo demás... todo sigue igual que entonces.

1 comentario:

  1. En cada partido te enfrentas a otros equipos, los que llevan mucho tiempo, los que acaban de llegar e incluso equipos con jugadores que nunca habias visto, o simplemente, te enfrentas a un solo jugador.

    Sin duda en cada partido hay algo distinto, no es el mismo día aunque si pueda ser el mismo lugar, tu rival no es el mismo aunque ya hayas jugado en más ocasiones frente a él. Y ¿tú?. Nunca serás el mismo, ya has vivido más partidos antes de jugar en éste.

    Nadie se mantiene en el mismo estado anímico, ni físico a lo largo de cualquier partido, por mucho que entrenes, que aprendas de la derrota anterior siempre serás vulnerable a algo. ¿Aquella derrota? O, ¿aquella victoria?

    Es díficil olvidar las derrotas pero también es díficil olvidar las victorias,cada jugador tiene las suyas, sean como único jugador o sean con un equipo, que también puede estar formado por dos.

    Sí, dos también pueden hacer equipo y jugar el mejor partido jamás visto. Yo, jugué una vez a un partido de dos, me faltaba rodaje aún y se notó en los resultados, dejé que mi equipo perdiera el partido. Todavía me queda mucho por aprender.

    ¿Ves?, aquí tienes a un jugador y puedo decirte que está cansado pero tiene la ilusión necesaria, la confianza en el equipo, la fuerza física y el valor para salir a la cancha y darlo todo. Es un jugador que se dejó vencer pero vuelve con ganas y aunque el entrenador y el público se lo pongan díficil, él es más fuerte que todo eso. Y lo va a demostrar aunque alguna vez parecerá ser un jugador débil.

    Dices que mantenías la esperanza de verte capaz de demostrar algo distinto y diferente a tu equipo para volver a lograr la cima,¿qué te dice que no lo estás haciendo?¿qué no lo puedes coseguir? Acabas de llegar de tus campeonatos internacionales, sé que aquello es una búrbuja y es díficil volver a lo que tienes en tu entorno de siempre, en tu equipo de siempre.Es díficil, soportar a periodistas que no se preocupan de ¿cómo estás? simplemente juzgan. ¿Qué sabrán?

    Muchas veces oí decir, incluso a tí, que la esperanza es lo último que se pierde. Si tú te ves capaz de cambiar algo del equipo al que perteneces y no pierdes la paciencia, con el tiempo verás los resultados. ¿Otra opción? Cambiar de equipo. Personalmente creo que eso es una decisión díficil y personal, pero la afición echará en falta tus canastas, tus faltas y tu presencia. Seguro que tú has vivido la falta de algún jugador que no siguió en tu mismo equipo.

    En tu equipo hay más jugadores...jugadores que a su vez pertenecen a muchos otros equipos, incluso internacionales. Es un privilegio jugar un partido a tu lado y poca gente lo valora, poca gente te lo demuestra pero muchos estamos ahí para jugar nuevos partidos, aprender nuevas técnicas juntos, disfrutar de nuestros viajes deportivos y compartir vida.


    Ey!!amigo!! ¿cuando jugamos otra pachanga? Te espero en la cancha ;)

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