Miro a mi alrededor, aunque apenas puedo ver nada. Lo justo para apreciar el tono blanquecino de las paredes, y una pequeña banda azul que destaca sobre todo lo demás.
Oigo mis pulmones respirar, suavemente, casi al compás de las agujas del reloj que alguien (con bastante mala leche) ha decidido poner delante de mí. Tic tac, tic tac. Alguien pasa a mi lado. No, espera, no es a mi lado, pero sí cerca. Como al otro lado de la pared. Pero parece apresurado. No viene hacia aquí… Giro la cabeza, sintiendo al instante una profunda punzada de dolor, y la veo allí sentada, con los ojos cerrados, apoyada de cualquier forma en un incómodo sillón.
El reloj sigue sonando. Tic tac, tic tac. Y otra vez. Tic tac, tic tac. Párenlo, por favor. Tic tac, tic tac. Necesito que lo paren, de verdad, no podré soportar ese tic tac mucho tiempo más si no escucho otra cosa.
Ahora sí.
Parece cansada, yo diría incluso enferma, aunque debe tener un sueño tranquilo porque respira con normalidad. Sus manos reposan sobre la pernera de sus vaqueros, y un jersey negro puesto por encima la está abrigando contra el frío de la habitación; lleva la camiseta de manga corta roja. Mi preferida.
Sonrío. Es muy guapa…
Entonces, inesperadamente, un recuerdo viene a mi mente. ¿Es un recuerdo o un sueño? Es ella, me grita desconsoladamente, parece preguntarme “¿por qué?”. Y yo la miro pero no puedo hablar, ahora no tengo fuerzas para hablar, me siento muy débil…
Intento distraerme del agobiante ritmo de las agujas del reloj, pero no hay nada delante de mí que me pueda entretener. Oigo pitidos y ruidos extraños pero se amortiguan a través de las paredes y entre las sábanas blancas de mi cama.
La vuelvo a mirar. Se ha despertado…
- Mi niño, ¿cómo estás?
- Bien… ¿dónde estamos?
- En la habitación 310.
- ¿En serio? Pero, la han cambiado, la han pintado de otra manera, ¿no? ¿Y por qué está ahí ese sillón tan incómodo si el que había era marrón y mucho mejor?
- No es un hotel. Estás en un hospital.
Y todo comienza a encajar. Pero encaja como piezas de un puzzle que no quiero construir. Uno los recuerdos que vienen a mi mente y todo se vuelve gris, negro. Ya voy recordando, pero aún sigo saber por qué recibo esas punzadas de dolor.
De repente me acuerdo de la luz, el sonido como de una explosión, la convulsión y los golpes, el impacto, y el silencio. No quiero creérmelo pero no tengo más remedio cuando veo que ella se levanta del sillón, y se sienta en la cama junto a mí. Hasta que no posa sus manos sobre las mías no la he sentido; estaba sentada junto a mis piernas…
… maldita sea, joder.
Cuando ya todo ha encajado, una lágrima comienza a descender por mi mejilla, y desvío la mirada a otro lado. Ella me advierte que no gire bruscamente el cuello, que tengo un fuerte esguince… pero no puedo mirarla a los ojos. Porque recuerdo cómo se puso la última vez que le pedí perdón, cómo gritaba de rabia porque estaba enfadada conmigo y con razón.
Recuerdo la conversación. Le dije que lo sentía. Que por favor, me perdonara. “Al fin y al cabo la culpa no es tuya”, me dijo más tranquila después de la discusión. “Tú te has quedado en silla de ruedas, pero vivo, al fin y al cabo”, dijo entre sollozos. “Y por lo menos el otro cabrón ya no está aquí”, es lo último que recuerdo que dijo hasta que me desperté hace un rato.
Tal vez no tenga sentido dedicarle una entrada de blog a un simple sueño. Sin embargo, creo que sí tiene sentido decir que la excusa Sólo una vez no sirve de nada cuando se trata de salir a la carretera poniendo nuestra vida en manos de alguien que no está en condiciones de conducir de una manera segura y responsable…
Me avergüenzas con tu prosa (aunque sea ocasional, puntual y sin una línea de historia continua), porque yo querría conseguir algo así, emotivo y con sentido como lo que has plasmado aquí; encontraré tiempos que rasgar a la responsabilidad y darle forma.
ResponderEliminarY los accidentes de coche son algo terrible... Conozco (por terceros) uno en concreto que privó de la vida a cuatro personas e hizo cambiar radicalmente la vida de otra... Y en consecuencia la mía y la de los míos.
Probablemente, en una escala mayor, también tengan un sentido y una razón de ser, aunque en su mayor parte se nos escape, y no compense.
Bueno, acepto tus halagos, Pelayín. Es más fácil escribir algo emotivo y con sentido cuando carece de una línea que seguir, o al menos a mí me resulta más fácil.
ResponderEliminarLo de los accidentes de tráfico pone los pelos de punta. A veces no somos conscientes de en qué coche nos subimos y pasan cosas como las del texto... otras veces pues pasan sin más, porque "tienen que pasar"... y nunca pasa nada, pero cuando pasa (como esos terceros que conoces) es una faena. Una verdadera faena.