9 de octubre de 2009

Vergüenza universitaria (II)

Si el otro día escribía en estas mismas líneas un artículo criticando duramente algunos de los aspectos que peor me parecen de la Universidad (y de los universitarios, dicho sea de paso), hoy vuelvo a recurrir al tema para redondear lo del otro día y completarlo un poco más.

Es viernes, 9 de octubre, día en el que se termina el plazo para realizar la matrícula del curso 2009 / 2010. Lo primero que tengo que decir respecto a eso es que si tantos problemas nos da el hecho de que haya gente sin grupo una semana y media después de haber comenzado las clases, alguien “de arriba” debería haberse dado cuenta hace ya mucho tiempo. Si tantos problemas nos da, que no den tanto plazo desde el comienzo de las clases, que lo abrevien. Que para entregar la matrícula de los cursos de libre configuración el plazo máximo es de 24 horas, lo que refleja que cuando de veras queremos correr, ¡vaya si lo hacemos!

Ayer volvió a haber movida en la misma asignatura que motivó el artículo de hace una semana. En esta ocasión el acta de alumnos matriculados se amplió de 53 a 87. Una barbaridad. Pero pese a todos los que son 87, esos sí caben en el aula L-203 del edificio de la Facultad de Derecho adonde nos mandan dar la clase de Sociología Industrial. Y lo cierto es que había gente, mucha gente de pie, por lo menos una quincena de personas.

¿Qué hizo el profesor? Con todo el derecho del mundo decidió que los que no estuvieran en la lista abandonaran el aula. Después de un buen rato intentando arreglar el asunto la situación volvió a una relativa normalidad. Hasta que una vez terminada la clase nos enteramos de que un grupo de los alumnos que habían sido “expulsados” del aula L-203 por no estar asignados al grupo que a esa hora tenía Sociología Industrial, había acudido al Decanato a quejarse.

¿Qué hizo el Decanato? Prepárense que lo que viene a continuación es la guinda que culmina nuestro pastel.

Con un par de narices de esas que ya quedan muy pocas, parece ser que el Decanato transmitió esa queja al profesor en cuestión.  ¡Pero vamos a ver, dejémonos de tonterías de una vez, cómo un Decanato responsable de la organización de un centro le da la razón a un grupo de personas que pretende saltarse las normas para ir al grupo que más le interesa!

Evidentemente uno puede entender una incompatibilidad de horarios por cuestiones de trabajo, etc. Por ello entiendo la faena que es no poder ir a la asignatura que quiero por problemas de horarios. Pero es que todos hemos pasado por ello y cuando no queda más remedio, no queda otra que buscar otra asignatura optativa de entre todas las que podemos elegir.

Lo que no se puede hacer, y no es de ningún modo admisible, es que un grupo de personas que pretendían cambiarse extraoficialmente de grupo tenga más razón al quejarse que un profesor que ve un aula desbordada de gente con personas que no están asignadas a ese grupo.

Y de nuevo, lo dicho la semana anterior. ¿Cómo quieren aplicar el nuevo Plan de Bolonia con semejante número de personas por clase? No serán mis ojos los que lo vean, y no será esa guerra la mía, pero el año que viene va a haber cosas muy interesantes por allí arriba.

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