Hoy cumple seis años.
Está sentada al borde del banco, en el parque. Tiene algo en la mano. Es una flor. Sí, una rosa. Una rosa roja. Es genial ver cómo acaricia la flor con sus manitas. Descubriendo. Como un gato curioso que mira al mundo impresionado por todo lo que tiene alrededor.
Se ríe traviesa cuando le pregunto: “¿quién cumple seis años hoy?” Porque sabe que ella es la protagonista de la historia que hoy cuento, pero también sabe que me mata con esa sonrisa. Sale corriendo a esconderse en brazos de su madre y le dice al oído: “yo cumplo seis años, ya soy una niña muy mayor” Y su madre sonríe también mientras la abraza y me mira como diciendo: “sigue mimándola así y cuando tenga dieciséis hablamos”
Es una escena tan encantadora que me hace volver atrás y pensar muchas cosas. Pensar cuando tenía quince años, cuando afrontaba aquella época con ilusión. Pensar en cómo creí perder toda la energía un par de años después. Que tal vez fue lo que necesitaba, un cambio radical, pero se me revuelve el estómago cuando revivo lo vivido. El dolor que causé con mis palabras y mis acciones; el dolor que me causa el pensar que todo fue necesario para llegar adonde estoy hoy. Darme cuenta de que creía que llegaría el día en que dejaría de considerar que estaba en un momento de transición…
Hoy cumple seis años y me acuerdo de cuando yo tenía quince. Es el otoño, una estación nostálgica para mirar hacia uno mismo y lo que uno lleva dentro. Pero en aquellos días era un muchacho con ilusión, como lo soy ahora, con ganas de vivir y de enfrentarme a todo.
Felicidades, pequeña. Te mereces esta felicitación y toda la ilusión del mundo. Que cumplas muchos más.
Casualidades de la vida, hace tiempo que no me paso por aquí. Y hoy, cinco días después, te debo un GRACIAS. Cuidate y disfruta de tu vida, sin pensar en el pasado. Un fuerte abrazo.
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