12 de diciembre de 2010

Un año sin fin (I)

Goodbye, Ruby Tuesday

Who could hang a name on you?

When you change with every new day

Still I’m gonna miss you…

El otro día hablaba con un amigo sobre el inminente final de este año 2010. Haciendo un repaso de lo que había sido su año me decía “… y ahora viene Javi y hace su balance de 2010…”. Antes de ayer hablaba con otro amigo sobre lo que nos pueden deparar los próximos meses. A ambos les dije lo mismo: “No sé si hacer un balance este año como los que siempre hago cada día de Nochevieja”. El motivo lo saben ellos dos.

Sin embargo, en esta recta final de año me vienen a la mente una serie de momentos y reflexiones que no puedo dejar sin escribir y compartir con vosotros.

“Los años dorados”

Estos días pienso mucho en la organización del mundo, de nuestra sociedad, de las distintas culturas que existen, de esos intereses globales que parecen regir los destinos de los ciudadanos. Pienso mucho en el poder, su organización y consecuencias.

Pero no voy a soltar un rollo filosófico… voy a ser más práctico.

Hace un par de noches pensaba en el final de la era en la que coincidí con un grupo de personas y vivimos momentos importantes. Se podría decir que “hicimos grandes cosas”.

Relacionando ambos pensamientos, este año me di cuenta del poco espíritu de autocrítica que suelen tener las personas que ostentan un puesto de cierta responsabilidad. Me di cuenta de que para notar esa falta no hay que irse muy lejos, ni a partidos políticos ni a grandes multinacionales; se podría decir que me la he encontrado a la vuelta de la esquina.

Ese espíritu de autocrítica que en multitud de ocasiones ayudaría a mantener el mundo, nuestra sociedad o las culturas unidas, ayudaría también a pequeña escala. Pero su ausencia provoca rupturas que a priori parecerían imposibles.

Rupturas como la de un grupo de personas que durante unos años dorados hizo grandes cosas.

Una de las cosas que me ha enseñado este 2010 es, en fin, que un “sí, es cierto, me equivoqué” ayuda mucho más que las mil y una reflexiones que a uno se le pueden ocurrir para justificarse cuando algo no sale bien o no va como esperaba.

Por encima del enfado que a veces me llevo cuando intento ser autocrítico conmigo mismo y percibo que el resto no hace lo mismo… más que con eso, me queda la pena y la nostalgia de esos momentos que no volverán.

Aunque quizá es lo que tienen los años dorados. Terminan de una manera que no hace justicia a lo que llegaron a significar para los que los vivieron.

El párrafo inicial en cursiva es una canción de los Rolling Stones.

Ver vídeo “Ruby Tuesday”

4 comentarios:

  1. "...me queda la pena y la nostalgia de esos momentos que no volverán."
    Puede que sea así, pero piensa en todos los buenos momentos que están por llegar. Se cierran ciclos y se abren otros nuevos...

    ResponderEliminar
  2. Mmm... dejando a un lado lo acertado de tu comentario sobre el valor de la capacidad de autocrítica, me ha llamado la atención tu actitud nostálgica, supongo que coincidiendo con un momento de cierre de etapa en tu vida.

    Y no puedo evitar sentirme identificado, recordando como estaba yo hace escasos meses.

    Sin embargo, siempre que me invade la nostalgia, y temo el fin de cualquier época dorada, trato de pensar que cada final trae consigo un principio lleno de oportunidades (excepto el final definitivo... quizás).

    Y siempre que pienso en finales, recuerdo esta cita cuyo origen espero que tú reconozcas:

    "Nothing ends, Adrian.
    Nothing ever ends."


    Hasta cierto punto, Jon tenía razón. Hasta cierto punto... ¿no crees?

    Un saludo,
    Adán.

    ResponderEliminar
  3. Gracias por tu primer comentario por aquí MR. Se cierran ciclos, se abren otros nuevos... y cada uno nos ofrece lo bueno, lo malo, cosas mejores y peores... :)

    Claro que reconozco esa cita... qué poético final para un cómic que tanto me llama la atención. Hasta cierto punto, Adan, Jon tenía razón... hasta cierto punto la tiene. Si no... ¡cada final no vendría seguido de un principio lleno de oportunidades, como bien señalas!

    Pero qué complicado es a veces asumir algunos finales, ¿verdad?

    ResponderEliminar
  4. Y que complicado es asumir que los finales de etapa no terminan, no siempre, con una explosión de relevancia, sino que el cambio a veces suele venir como (en) un suspiro...

    Y los finales no suelen hacer justicia, supongo, porque mantener coherencia con el resto de la vida, que tampoo suele serla. ¿Y quién sabe si es culpa de todos nosotros o del Guionista?

    Hemos sido grandes (aún lo somos), pero poco a poco, debemos asumir que lo más probable es que la vida en común que hemos ido creando en nuestro grupo de amigos se irá desgajando, uno a uno, hasta que solo queden las reuniones esporádicas.

    Reuniones esporádicas, sí, pero grandiosas. De oro, plata, bronce o hierro, en cada momento habrá un brillo indeleble, incentivado por nuestros lazos y por nuestros recuerdos.

    ResponderEliminar