17 de marzo de 2011

La puerta, ante mí.

Hace algunos años (no sé si en el colegio, tal vez en la Universidad…) leí un texto metafórico sobre la manera que tenemos de afrontar las cosas. Era un texto muy sencillo y breve, propio de dinámicas de meditación, adecuado para una reflexión diaria.

Lo he encontrado:

Cuenta la historia que en la Edad Media existió un Rey.

Cada vez que su ejército capturaba prisioneros de guerra, los mandaba al castillo y los dejaba unos días en los húmedos calabozos. Los prisioneros eran interrogados, y finalmente, cuando ya no eran útiles para el Reino, el Rey pasaba a verlos.

El Rey se consideraba muy justo porque ofrecía a sus prisioneros dos opciones:

1) Podían irse por un pasillo que los llevaría a un paredón donde tendrían una muerte rápida y segura por los arqueros. Ni siquiera les daría tiempo a ver quién los estaba atacando.

2) Podían seguir un pasillo largo, oscuro, lleno de velas, cráneos bañados en sangre y huesos en las paredes. Al final del mismo había una puerta cerrada con un candado viejo y oxidado.

Durante el reinado de este Rey, todos los prisioneros eligieron la muerte segura; nadie se atrevió a atravesar el pasillo para alcanzar la otra puerta y ver qué había al otro lado.

Nadie tuvo el valor de caminar por el pasillo, encontrar la puerta y abrirla para respirar el olor de la libertad.

Me gustó mucho en su momento y me acordé de él hoy, la tarde antes de encontrar esa puerta y ver qué hay al otro lado. Tal vez no encuentre más que otro pasillo que me lleve hasta otra puerta. Pero a lo mejor lo que hay es un camino que llevo deseando encontrar varios meses.

Celtas Cortos – Lucha de gigantes

Quién sabe. Mañana se verá.

Hoy, de momento, hago una pausa en el camino y, aprovechando que es San Patricio, voy con los Walkmen a brindar por los buenos momentos. Pero no por los míos… sino por los de todo el mundo.

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