Monumento en memoria de las víctimas del terrorismo, en Oviedo
Puesto que a nuestra clase política parece no interesarle ya homenajear como es debido y como cualquier sociedad civilizada debería hacer con sus víctimas, me he decidido a abrir una nueva serie de artículos bajo el tema “En recuerdo del 11 de marzo de 2004”. A veces serán artículos que hablen de mis sentimientos, otras veces hablarán de mis opiniones –políticas o sociales-, y siempre tendrán algo que ver con los atentados del 11 de marzo de 2004, su recuerdo y la revisión de todo lo acaecido desde tan triste día.
Ahora que estamos inmersos en una seria crisis económica –¿sólo económica? ¿se trata “tan sólo” de una crisis que causa problemas económicos y que tiene su origen en las instituciones financieras, o hay algo más?- y que la gripe porcina ha levantado las alarmas de la Organización Mundial de la Salud ante el riesgo de una pandemia de proporciones mundiales, ¿procede que me dedique yo a recordar un día que va quedando cada vez más lejano?
Sí, procede. No va a ser una línea continua, claro está. Pero procede y lo veo necesario para que esa voz que a veces oigo, y que me dice que el asunto huele mal y que en cierto modo “estorba” a determinados políticos, no se calle nunca. El 11-M es un caso sin resolver; probablemente seguir dándole vueltas como hago no valga para nada, pero no olvidar un caso humillante en las formas (vergonzosa la Comisión de Investigación, convertida en un “y tú más” político, y lamentable la sentencia del juicio, que deja abierta la puerta del autor intelectual –¿nadie “ideó” esos atentados, no?-) y ofensivo en el fondo (por cómo la verdad del 11-M interesó durante tres días, tiempo suficiente para hacer una composición de lugar falsa elaborada sobre una mentira) me parece necesario por si acaso, algún día y por casualidad, la vida da un giro inesperado. Son demasiadas mentiras y contradicciones en torno a unos atentados, como para tolerar que “sirva” con el ridículo minuto de silencio que se guardó para contentar a la galería, el pasado 11 de marzo cuando se cumplió el quinto aniversario de la tragedia.
No podemos olvidar lo inolvidable. Sería injusto para las víctimas y sería vivir en una mentira, algo a lo que pienso negarme mientras tenga voz para hablar.
Hoy es día 11 de mayo de 2009, y llevamos cinco años y dos meses engañados.
ACTUALIZO (un par de horas más tarde de publicar la entrada): leo en LibertadDigital.com el siguiente titular: El explosivo de uno de los focos del 11-M coincide con el Titadyn interceptado a ETA en Cañaveras. Tan sólo se trata de la prueba de cuánto merece la pena haber publicado el primer artículo de esta serie.
ACTUALIZO (ocho horas más tarde de haber publicado la entrada): el artículo de opinión de Gabriel Moris no tiene desperdicio: Los explosivos de los trenes de cercanías. La noticia de la aparición de Titadyn en algunas muestras extraídas de los explosivos de los trenes del 11-M es importantísima constituye un pasito más para esclarecer los hechos. Lo digo por quienes afirmaron que estaba tan claro y tan evidente que no había habido Titadyn en los explosivos del 11-M; por quienes afirmaron que el explosivo estaba aclarado y que el 11-M era un tema zanjado; está claro que no es ni mucho menos el momento de pasar página y esperemos que se siga tirando de este hilo del explosivo para continuar adelante.
La discusión no es tanto si ETA y su furgoneta de Cañaveras están relacionados con el 11-M o no. La discusión está en que se pusieron todo tipo de trabas en la investigación. La discusión debe tener el objetivo de encontrar a los responsables de esas trabas; el motivo de esas trabas; y por supuesto, averiguar toda la verdad que nos falta sobre los atentados.
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